¿POR QUÉ SON

IMPORTANTES LAS RAZAS

AUTÓCTONAS?

EUGENIO FERNÁNDEZ

Crónicas de Fauna / Terabithia Press

Seguramente la estampa es familiar para muchos madrileños. Llega el fin de semana y a partir de las doce del mediodía los pueblos de la Sierra están completamente atestados de coches (muchos de ellos de alta gama) que vienen de la capital, dando vueltas y vueltas porque no encuentran sitio para aparcar. ¿Qué hacen ahí, alterando la paz de los pueblos serranos? Pues vienen a comer carne del Guadarrama. Estos pueblos (en realidad, casi casi pequeñas ciudades) rebosan de restaurantes y asadores de todo tipo que cuelgan cada fin de semana el cartel de “completo”. Sin reserva, sencillamente no tienes nada que hacer. 

El concepto de turismo de interior ha cambiado mucho con respecto de hace treinta o cuarenta años. El turista solía visitar ciudades y pueblos atraído por una oferta museística y cultural que hacía inevitable visitar ciertos monumentos de cada localidad. Por supuesto, este tipo de turismo sigue vivo y todavía muchas personas visitan museos y monumentos histórico-artísticos pero las nuevas generaciones de turistas se decantan por un “turismo de experiencias”. 

Ya no se trata de encadenar visitas sino de “vivir” sensaciones. Sensaciones que, además, puedes “subir” a las Redes Sociales para que todo tu entorno social sea consciente de tu nivel económico y tu estatus social. Porque se trata de eso fundamentalmente: “mira dónde estoy yo y lo que hago, que tú no puedes hacer”. Y dentro de estas vivencias, la experiencia gastronómica es una de las más importantes: fíjese el lector cuántas fotos de comida suben los nuevos turistas de las sensaciones a sus redes sociales. 

Mucha gente es capaz de coger el coche y conducir los kilómetros que hagan falta para degustar carne de ternera del Guadarrama, cordero de raza Segureña o chuletas de porco Celta, por poner algunos ejemplos. Se trata de productos casi “Gourmet”, que no se encuentran fácilmente en supermercados y tiendas salvo para gente muy bien relacionada y, por supuesto, la hostelería. El auge del turismo rural (otra “experiencia”) tiene mucho que ver con la revalorización gastronómica de los productos alimentarios procedentes de nuestras excelentes razas autóctonas. Y todas esas visitas para comer estos productos significan dinero para el maltrecho mundo rural. Pero no es oro todo lo que reluce.

Yo he tenido oportunidad de hablar con responsables de algunas asociaciones de criadores de este tipo de razas autóctonas. Y lo que me han contado no me ha gustado nada: escasísimo o inexistente presupuesto para acciones de promoción de sus productos. En realidad, escasísimo presupuesto para todo lo que no sea subsistir al día. Todo depende exclusivamente de subvenciones públicas. Y cuando estas subvenciones no existen, los ganaderos malviven literalmente pues se ven forzados a vender a pérdidas sus productos.

Aquí habría que organizar algo. No parece de recibo que la hostelería esté haciendo caja todos los fines de semana sirviendo filetes de Guadarrama mientras los ganaderos casi no tienen para vivir. Debería haber una auténtica alianza entre los ganaderos y la hostelería de tal forma que ésta última pagara las campañas de promoción y de captación de nuevos clientes, y también pagase a sus proveedores ganaderos de una manera justa, incluyendo el legítimo beneficio que en todo negocio capitalista debiera existir. Sólo así las razas autóctonas podrán convertirse en un verdadero pilar económico de amplias regiones rurales españolas.

Sin duda, algunos lectores podrían hacerme un reproche: “Oiga usted, pollo, ¿es que las razas autóctonas para usted sólo sirven para comérselas con patatas a lo pobre?”

Reconozcamos ante todo que el ganado se cría para obtener productos: carne, leche, cuero, lana… eso lo primero. Pero, en efecto, no sólo de pan vive el hombre. Las razas ganaderas autóctonas ayudan a mantener vivos ecosistemas de antiquísimo origen antrópico absolutamente respetuosos con el equilibrio natural, como por ejemplo la dehesa mediterránea, que no olvidemos que su principal finalidad es la producción de ganado de aptitud cárnica. Y la dehesa está siendo desmantelada para venderla al mejor postor como coto de caza. ¿Es ése el destino que queremos para las dehesas? Pues si no lo queremos así hay que consumir los productos que nos ofrece, y no sólo se trata del cerdo ibérico sino también del vacuno retinto por ejemplo.

Las razas ganaderas autóctonas también son ideales para proyectos de ‘rewilding’, donde pueden sustituir el papel ecológico que otrora desempeñaban herbívoros silvestres de difícil o imposible recuperación hoy día, y lo son porque al tratarse de linajes genéticos antiguos, aún mantienen comportamientos e instintos relativamente parecidos a sus antepasados silvestres, y mediante el adecuado manejo y selección puede potenciarse y recuperarse. Algo, sin duda, extremadamente difícil de conseguir a partir de razas “industriales” y globalizadas.

De modo que si buscas un “turismo de experiencias”, si te aburre visitar catedrales y museos, yo te propongo otro tipo de “vivencias culturales”: un safari observando manadas de caballos asturcones, o de Retuertas, seguido de una comida familiar a base de chuletón de avileño negro ibérico.

No vas a querer saber nada del Serengeti. Palabra.

 

Fotos / © Terabithia Stock Eduardo Fernández García / MAPA Pedro Sánchez Gómez  – Fernando Ortega  / ACPRA / ASOPORCEL

Work

terabithia world’s wildlife photography

En el arte de la fotografía, que es por excelencia el arte de la oportunidad, una sola golondrina suele hacer todo el verano.

Sin embargo, también como las golondrinas, esa sola fotografía sumaria no hubiera sido posible sin todas las otras

gabriel garcía márquez

Periodista

Nobel de Literatura 1982