DEJAD QUE LOS INSECTOS

SE ACERQUEN

A VOSOTROS

EUGENIO FERNÁNDEZ

Crónicas de Fauna / Terabithia Press

El verano pasado tuve la ocasión de pasar una mañana en un lugar de la provincia de Guadalajara caracterizado por albergar una confluencia de monte mediterráneo y bosque de ribera. Casi durante todo el camino tenía que apartarme los insectos de la cara a manotazos. Los había de todas clases: moscas, abejas, mariposas, saltamontes, escarabajos, avispas… el campo bullía de insectos como hacía tiempo que no veía en ningún lugar rural o urbano.

Seguramente muchos de los amables lectores estarán pensando “¡qué horror!”, “yo habría salido corriendo”, o cosas por el estilo. Pero yo estaba contento, muy contento. Porque donde hay insectos, y donde los hay en abundancia, quiere decir que hay vida, que hay un ecosistema que se encuentra en buen estado, y que estamos de verdad en la Naturaleza y no en un parque más o menos periurbano.

Salvo algunos insectos como las mariposas o las mariquitas, los insectos tienen mala prensa en general. Nos causan desasosiego, miedo, asco, fobia. ¿Por qué sucede esto tratándose de animales tan pequeños? Al lado de los insectos, los humanos somos los gigantes y ellos son los liliputienses, pero aún así la mayoría de humanos adultos occidentales sale corriendo, gritando y manoteando ante cualquier insecto que se cruce en su camino, y no digamos si es un insecto volador.

No así los niños, quienes instintivamente se acercan con gran curiosidad a los insectos, y cogen con la mano saltamontes que ningún adulto sería capaz ni de acercarse. Pero luego los adultos les lavamos el cerebro machaconamente: “no los toques” “aléjate”, “a ver si te va a picar”… y al final los niños se hacen adolescentes odiando a los insectos para siempre jamás y perpetuando la fobia.

Me temo que sólo la psicología puede darnos una respuesta concluyente. Pero es verdad que, salvo esos pocos insectos que nos parecen bonitos, la mayoría de ellos los consideramos feos y repulsivos: algunos pican dolorosamente y transmiten enfermedades, otros están erizados de amenazadoras espinas, pinzas y apéndices. Todo ellos les da un aspecto terrorífico que nos induce una pesadilla atávica: que un enorme enjambre de esos insectos nos ataque y anule la superioridad que nos da nuestro tamaño. Cosa que, por supuesto, no sucede prácticamente nunca.

Huyamos de las exageraciones extremas. No podemos considerar a los insectos como una amenaza, pero tampoco podemos pretender que todo el campo esté poblado de mariposas multicolores. Veámoslo con perspectiva ecológica.

Por supuesto, estoy a favor de controlar y erradicar las plagas. No me gustan los mosquitos en la vecindad de mi casa. Ni los chinches. Y tampoco me hace feliz la invasión de avispa asiática que ha ocupado ya media Europa. Pero tenemos que empezar por reconocer que la mayoría de estas plagas nocivas son provocadas por el mismo ser humano por acción u omisión: la pobreza y la suciedad causadas por un sistema económico injusto provocan plagas. La globalización mal entendida y descontrolada provoca plagas. El exterminio de animales insectívoros, incluidos muchos insectos, provoca plagas. Miremos primero la viga en nuestro ojo antes de señalar a los insectos con dedo acusador.

Los insectos son animales fundamentales para el funcionamiento de la biosfera. ¿He dicho fundamentales?, repetid conmigo: FUN-DA-MEN-TA-LES. Y no me refiero sólo a la polinización, que ya sólo por eso merecerían un monumento. Tiene una importancia básica, aunque no sólo los insectos realizan polinización. Hay más cosas.

Está la impagable labor enterradora y descomponedora de cadáveres y detritos que hacen escarabajos y hormigas, está la labor de las libélulas, que son indicadoras de calidad ambiental de humedales porque necesitan agua limpia, donde sus larvas son grandes depredadoras de larvas de mosquitos, por ejemplo, resolviéndonos un grave problema a los humanos. También las mariposas necesitan una buena variedad de plantas, y son indicadoras de esa buena salud ambiental donde se encuentran. Los saltamontes son un componente fundamental en la salud de sabanas y praderas, como consumidores de plantas.

Pero sobre todo forman la base de la cadena alimentaria junto con las plantas. Su astronómico número unido a su pequeño tamaño hace que los insectos sean ampliamente consumidos y depredados prácticamente por todos los grupos animales, de un modo u otro. Incluso aves vegetarianas en estado adulto, necesitan consumir insectos cuando son polluelos. Si los insectos desaparecen o son diezmados gravemente, la pirámide trófica se derrumba con estrépito.

Si paseas por el campo en primavera y verano y no ves insectos, malo. Preocúpate.

 

Fotos / © Terabithia Stock / Eduardo Fernández García

Work

terabithia world’s wildlife photography

En el arte de la fotografía, que es por excelencia el arte de la oportunidad, una sola golondrina suele hacer todo el verano.

Sin embargo, también como las golondrinas, esa sola fotografía sumaria no hubiera sido posible sin todas las otras

gabriel garcía márquez

Periodista

Nobel de Literatura 1982