Por Javier Ruiz
Fundación Global Nature
Las carroñeras como ejemplo icónico: el padre de la conservación nos ayudó a evidenciar que las diferentes especies contribuyen a nuestro bienestar y a nuestra economía, y hoy es necesario demostrar que todas y cada una de las piezas son clave en el puzle agrario.
Félix Rodríguez de la Fuente nos enseñó a amar nuestro patrimonio natural. Nos explicó cómo funciona nuestro medio natural, en el que agricultores y ganaderos han convivido durante milenios con la fauna ibérica y han dado forma al territorio con sus usos, generando hábitats de alto valor. Y en pleno siglo XXI ese legado de Félix, que nos permitió entender y admirar nuestro patrimonio natural, es más necesario que nunca. Debemos evidenciar que las especies contribuyen a nuestro bienestar y a nuestra economía, demostrar que todas las piezas son clave en el puzle agrario.
Un ejemplo icónico, las aves carroñeras, es decir, buitres leonados, buitres negros, alimoches o quebrantahuesos han visto su existencia comprometida debido a su mala reputación. Pero el padre de la conservación, el gran Félix Rodríguez de la Fuente, nos hizo admirar y valorar la labor de estas increíbles aves.
Ejemplo de este deber es una de las últimas acciones en las que nos hemos embarcado junto a otros muchos, piezas fundamentales también en el puzle de la conservación. Técnicos y agentes medioambientales de la Junta de Comunidades de Castilla la Mancha, Naturgy, Fundación Global Nature, consultores (Biodiversity Node, Màquia, SECIM, expertos en aves carroñeras), Ministerio para la Transición Ecológica y Reto Demográfico, GREFA, IREC, ganaderos, y varios voluntarios hemos participado de esta experiencia que parte de la necesidad de capturar de manera eficaz y segura a los individuos. En total, más de 25 personas. En la Comarca de Molina de Aragón (Guadalajara), donde reside una de las mayores poblaciones de buitre leonado de la Península Ibérica, este grupo variopinto ha marcado 17 ejemplares de buitre leonado, de los cuales 8 de ellos han sido equipados con un emisor GPS para conocer sus movimientos de dispersión, área de campeo y dificultades en sus hábitos diarios.
El buitre leonado es un ave de más de 2’6 metros de envergadura y casi diez kg de peso que sobrevuela el cielo en busca de su alimento, la carroña. Se guía por urracas, cornejas, grajillas, alimoches y cuervos, primeros invitados al festín cuando muere un animal. Después, el buitre transforma esa carroña y evita así la propagación de enfermedades, recicla la materia orgánica, lo que supone una labor imprescindible para cerrar el ciclo de la materia. Es, además, aliado de las poblaciones agrarias desde tiempos inmemoriales y está estrechamente ligado a la actividad pastoril. Sin embargo, en el pasado reciente su papel se ha menoscabado y su labor ha sido, a menudo, menospreciada.
Estudiarlos es necesario para conocerlos mejor, para entender el funcionamiento de sus poblaciones y del hábitat del que dependen y para evitar desastres como los ocurridos por ejemplo en India, Nepal o Pakistán, donde las especies de buitres cayeron en tan solo 10 años un 95% debido a una intoxicación provocada por el diclofenaco, un antinflamatorio presente en las vacas muertas de las que se alimentaban y que evitaba la artritis de estos mamíferos pero que envenenaban a las aves carroñeras.
A la búsqueda de los buitres
El día de la captura, especialistas en captura y marcaje de Fauna Silvestre del Ministerio, el equipo veterinario GREFA e investigadores del Instituto de Investigación en Recursos Cinegéticos (IREC) fueron los responsables de tomar muestras genéticas, hematológicas, microbiológicas y biométricas, en el marco de un proyecto que ha puesto en marcha Naturgy como parte de su Plan de acción de conservación de la biodiversidad, asociado al funcionamiento de sus parques eólicos en la zona, coordinado por Biodiversity Node y Fundación Global Nature.
La captura no fue fácil, desde las 8 de la mañana de aquel día hubo que esperar (a que las condiciones meteorológicas fueran adecuadas, a que la jaula estuviese cebada y lista, sin presencia de humanos detectables por los buitres, …) hasta que a las 15.00 todo estuvo listo y 17 buitres fueron objeto de captura, marcaje y toma de muestras. En las pocas horas que quedaban hasta la puesta de sol todos los ejemplares fueron marcados mediante marcas alares y anillas de PVC/metálicas. Se seleccionaron 8 ejemplares adultos en reproducción para instalarles además el emisor GPS. Era importante acabar primero con esa tarea para que pudieran regresar a sus nidos, ya que estábamos en época de cría y debían de volver cuanto antes a relevar a su pareja. Una vez marcados y liberados los buitres adultos, se procedió a realizar el marcaje y toma de muestras de los individuos inmaduros. El Sol se desvanecía en el horizonte y la luz cada vez era más escasa. 17 buitres marcados ya regresaban a sus cortados rocosos y lo que no sabían es que gracias a ellos se recopilará información de gran valor para conocer mejor a esta especie tan importante para la salud del medio natural.
Y hoy, 40 años después de la muerte del Félix aún nos acordamos de él cuando hacemos este tipo de trabajos, porque fue él quien nos enseñó a valorarlos y quien nos inspiró para trabajar en la conservación de estas especies. Porque es un trabajo imprescindible para el beneficio y el futuro global. Para todos.
Los buitres leonados eran la mejor política sanitaria de nuestros campos. De esta manera, los buitres y los labradores, aquella gran población rural española formaban como un todo que se ayudaba en yo te doy proteínas y tú me limpias mis campos de podredumbres. Pero, amigos míos, los mulos y los burros, y las mulas, y todo el ganado de labor, ha sido sustituido por los tractores. La ganadería lanar ha disminuido enormemente y se estabula porque nadie quiere ser pastor. Los niños ya tienen muy pocos amigos que sean viejos caballos píos, de piel tachonado de manchas, que un día se morían y se los comían los buitres. Es otro el idioma, es otra la poesía, es otra la música del campo.
Félix Rodríguez de la Fuente