¿QUIERES EFICIENCIA
ENERGÉTICA?
MIRA A LOS ANIMALES
EUGENIO FERNÁNDEZ
Crónicas de Fauna / Terabithia Press
A estas alturas de la película no descubro nada nuevo al decir que la implementación de una
eficiencia en el uso de la energía es una de las claves para combatir el calentamiento global. No la única pero sí una más de las muchas armas de que disponemos.
Cuando yo trabajaba como ingeniero gestor de contratos de mantenimiento integral, una de mis tareas era asegurar la mejora de la eficiencia energética de las instalaciones bajo mi responsabilidad, que solían ser lo que en el sector se conocen como “edificios singulares”, que normalmente eran grandes edificios de oficinas y también organismos oficiales. Curiosamente, era en éstos últimos donde yo encontraba una mayor arbitrariedad y laxitud en el cumplimiento del Reglamento de Instalaciones Térmicas y de un uso eficiente de la energía en general.
En un Ministerio de cuyo nombre no quiero acordarme, eran ciertas secretarias las que decretaban que el aire acondicionado funcionase fuera de los rangos establecidos en la legislación, porque tenían más poder que los Secretarios de Estado y que el mismísimo Ministro, que sí era buen cumplidor de la normativa. Pero esas secretarias tenían el poder de fulminar el despido de todo aquel que osara contravenir su sagrado capricho, y así es como se derrochaban muchos vatios de energía.
En ese mismo Ministerio comprobé cómo en los sótanos estaban siempre encendidas las luces aunque no hubiera nadie en sus pasillos. Y una de las primeras medidas que tomé fue la instalación de detectores de presencia para que las luces sólo se encendieran cuando de verdad alguien pasara por allí, y reorganicé los horarios y turnos del personal de limpieza para racionalizar el consumo de electricidad en el alumbrado. ¡Cuántas veces vemos las luces de los centros de trabajo encendidas hasta bien entrada la noche aunque no haya nadie trabajando allí!
En fin, ejemplos de derroche energético los vemos todos los días en nuestros respectivos entornos. Pero tal vez sea momento de dejar de encargar costosos estudios e informes que luego nadie implementa ni hace cumplir y fijarnos con humildad en los verdaderos especialistas en ingeniería energética de nuestro planeta: los animales silvestres.
Fijémonos en la forma de caminar del lobo: es rectilínea, intentando desviarse lo menos posible de esa línea recta que el animal, extraordinario conocedor de su territorio, se ha marcado en el cerebro. El lobo recorre ese camino usando un trote suave pero sostenido: ni muy despacio ni demasiado deprisa. Así, un lobo puede recorrer cientos de kilómetros de una sentada sin apenas notar fatiga ni cansancio. Un magistral ejemplo de eficiencia en el uso de la energía.
Vamos a generalizar: no sólo hay que ser eficientes en el uso de la energía, sino serlo también en el uso general de los recursos que tenemos a nuestra disposición. Se trata de consumir lo que haya que consumir, pero no hacerlo por encima de nuestras necesidades reales. Una vez más, hemos de fijarnos en los depredadores. Éstos sólo cazan cuando necesitan comer. Cuando están saciados, sus presas saben que no tienen nada que temer de ellos pues no gastarán ni un solo vatio de energía en perseguir una presa que no van a poder comerse.
En los animales de metabolismo lento, como los reptiles, esto salta a la vista. Un cocodrilo adulto puede pasarse dos años sin comer, pero lo normal es que coman unas cincuenta veces al año, esto es, aproximadamente una vez por semana. Sus organismos han evolucionado para aprovechar la energía de las presas de una forma lenta y sostenida. Sólo cuando necesitan más energía saldrán a cazar. ¿Cuántos de nosotros podemos decir que compramos sólo lo que necesitamos y cuando lo necesitamos?
Siempre me ha maravillado el vuelo planeado de los buitres. Estas magníficas aves son capaces de recorrer kilómetros y kilómetros sin mover ni un solo músculo de sus alas. Lo que hacen los buitres es esperar a la formación de las corrientes térmicas ascendentes que se originan al calentar el sol la tierra: entonces “cabalgan” estas corrientes y se dejan llevar por ellas hasta elevadas alturas, desde donde pueden practicar su planeo.
Esta técnica nace de un conocimiento de la dinámica atmosférica de la que dependen, y aprovecharse de ella para lograr sus fines con un mínimo gasto energético. ¿Podemos todos decir que realizamos una conducción eficiente al adecuar nuestro vehículo a las circunstancias de la vía y del tráfico, ahorrando así combustible?
Evidentemente, el comportamiento animal está influido por varios factores entre los cuales el uso eficiente de la energía es uno más. Pero sucede que, a igualdad de factores condicionantes, el animal elegirá el comportamiento que le aporte mayor ahorro energético. Por ejemplo, es bien conocido el uso que muchos animales silvestres hacen de las pistas forestales, que son de origen antrópico. Sucede que al desplazarse por una pista forestal aporta al animal un mayor ahorro energético que si lo hiciera directamente por el monte porque una superficie alisada y aplanada, con pendientes calculadas, le permite moverse más rápido a un menor coste.
Ejemplos hay para aburrir. Lo importante es que, de verdad, abandonemos esta deriva derrochadora y consumista que está devorando nuestro planeta. Ya lo estamos padeciendo en nuestras carnes con la brutal subida de los precios de la electricidad provocados, en última instancia, porque nuestra demanda energética no para de aumentar en lugar de disminuir. Y, a pesar de que los derechos de emisión de CO2 se establecieron para “obligar” a las empresas productoras de electricidad a optimizar su producción, éstas se han encontrado que les merece la pena pagar derechos de emisión elevados para seguir satisfaciendo la demanda insaciable de nosotros, los consumidores. De ahí a la especulación indecente de un mercado negro de derechos de emisión sólo ha bastado un paso.
Cuando mires tu próxima factura de la electricidad, empieza a pensar menos en cargar tus enchufes con nuevos aparatos y piensa más en el lobo y en el buitre.
Photos © Terabithia Stock / Ray Bilcliff