MADRID NECESITA
QUE LA FERIA DEL CAMPO
REGRESE
EUGENIO FERNÁNDEZ
Crónicas de Fauna / Terabithia Press
Para los que no vivísteis aquellas ferias (yo tampoco las viví), la mejor manera de que os imaginéis cómo eran es pensar en una Expo del 92 pero monográfica sobre temas del campo. No exagero ni esto. Las Ferias del Campo se celebraron en la Casa de Campo de Madrid desde 1950, primero trienalmente, en 1953, 1956, 1959, 1962, 1965 y 1968; luego bianualmente, en 1970 y 1972; y finalmente otra vez trianual en 1975, último año en que se celebró la Feria. El antiguo recinto de IFEMA es uno de los recuerdos que aquella Feria dejó en el Madrid de hoy, pues el Pabellón de Cristal se construyó en 1964 para albergar dicha Feria.
En su momento de mayor esplendor, la Feria del Campo duraba un mes entero (entre mayo y junio) y había más de 400 pabellones y stands, incluso de países extranjeros, pues desde 1953 tenía el carácter de Feria Internacional: exponían todas las provincias españolas, los países participantes y los organismos oficiales relacionados con el sector agropecuario. Había exposición de maquinaria agrícola, de productos agropecuarios, de razas ganaderas, restaurantes donde hacer degustaciones de productos y comidas, espectáculos de bailes regionales, exhibiciones de animales domésticos, stands de turismo y de artesanía…
Diversas provincias construyeron pabellones permanentes siguiendo los criterios de arquitectura regional, donde se exponían sus productos, configurando arquitectónica y urbanísticamente toda la zona de la Casa de Campo situada en la Puerta del Ángel.
Pero el final del franquismo supuso también el final de la Feria del Campo. El país no estaba para fiestas y todos los esfuerzos de la Transición se aplicaron en edificar un Estado democrático y de derecho, sacudido entonces por terrorismos rojos y azules, e intentos de golpes de Estado. Es comprensible que nadie tuviera ganas , tiempo ni intención de organizar coros y danzas.
Sin embargo, tras la consolidación del Estado democrático a partir de 1982 la Feria del Campo siguió sin organizarse. Los maravillosos pabellones regionales cayeron en el abandono y el desuso, y la mayoría acabó siendo tristemente demolida. Durante un tiempo algunos de los 60 pabellones supervivientes se reconvirtieron en restaurantes de un llamado “Paseo de la Gastronomía”, pero aquello tampoco duró y hoy los pabellones de la Feria del Campo, algunos de ellos diseñados por arquitectos de renombre, siguen abandonados y sin ningún proyecto a la vista de hacer nada con ellos. El abandono de la Feria del Campo tuvo consecuencias. Vaya si las tuvo.
El Madrid de los años 50 y 60 no estaba tan desconectado del mundo rural como el Madrid de hoy. Cada año llegaban a Madrid decenas de miles de inmigrantes procedentes de los pueblos para alimentar al monstruo industrial del desarrollismo. Estos inmigrantes procedían mayormente de Extremadura, La Mancha, Ávila y Segovia, pero de un modo u otro había representantes de todas las provincias rurales. Cuando estas personas prosperaban y accedían a una vivienda, a un coche y a vacaciones pagadas, entonces cada fin de semana y periodos vacacionales se iban al pueblo. En el tajo, en el taxi o en las casas donde se servía, las labores y los tiempos del campo estaban bien vivos. Y eso calaba en una sociedad urbana que, paradójicamente, estaba fagocitando el campo y dejándolo exangüe. El Madrid que exhibía orgulloso un escaparate del campo español estaba devorándolo hasta matarlo.
Pero, de algún modo, la Feria del Campo mantenía a los madrileños en contacto con el mundo rural. Tras su definitiva cancelación, Madrid fue víctima primero de la carestía de la vivienda y luego de la escasez y la precarización del trabajo que antes venían a buscar los del campo. La preocupación de los urbanitas era cada vez más llegar a fin de mes, las terceras y cuartas generaciones de inmigrantes ya no iban tan a menudo al pueblo o dejaron simplemente de ir, y la desconexión entre el mundo urbano y el mundo rural es ya absoluta.
Hoy día agricultores y ganaderos vienen a Madrid sólo a manifestarse por una serie de políticas dictadas desde Madrid y Bruselas que les está rematando y ahogando. Y todo ello ante la indiferencia general de una población urbana y urbanita que les ha dado la espalda. Es una mezcla de todo: desinterés, desdén, ignorancia y la sensación de vivir en planetas separados. Para amplias capas de la población urbana, los productos del campo nacen y crecen en los estantes de los supermercados, que se venden cada vez más caros mientras que al agricultor y ganadero se les obliga a perder dinero en producirlos.
Por eso debe volver la Feria del Campo. Los madrileños deben volver a tener la oportunidad de ver con sus propios ojos y tocar con sus propias manos lo que son los cultivos y los ganados, cómo se elaboran los productos alimenticios y lo que supone producirlos. Lógicamente habría que actualizar esta Feria, incluyendo cosas como el turismo rural y de observación de fauna silvestre, y tal vez aligerar un poco la muestra de maquinaria agrícola (puesto que hoy día hay ya excelentes ferias del ramo en Lerma y en Zaragoza), pero traer lo justo para que niños y mayores puedan subirse a un tractor o a una cosechadora.
¡Cuánto bien haría una Feria del Campo de un mes de duración en Madrid! Podría celebrarse trienalmente como antaño (debido a su magnitud y coste), pero sería una verdadera fiesta del mundo rural en Madrid. Nos ayudaría a conocer de nuevo el campo, aprender de él, apreciar el duro trabajo del agricultor y el ganadero honrado, y saber diferenciarlo del caradura absentista que sólo cobra subvenciones y envenena aves rapaces.
Tenemos el IFEMA y los pabellones supervivientes. Sólo hace falta la decisión política. Y el interés de los sindicatos agrarios.
¿Cuándo lo hacemos?
Fotos / © Terabithia Stock / NODO / RTVE Ayuntamiento de Madrid / Filmoteca Española
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