¿DESARROLLO?
¿QUÉ DESARROLLO?
EUGENIO FERNÁNDEZ
Crónicas de Fauna / Terabithia Press
Los llamados “países en vías de desarrollo” recriminan a los países ricos occidentales que ellos también tienen derecho a quemar combustibles fósiles para alimentar el mismo modelo de desarrollo del cual Occidente ha gozado y le ha permitido alcanzar cotas de bienestar económico desconocidas en la Historia. Que ahora no podemos dejarles tirados así. Hay verdad en ello… pero también mucho que matizar.
Empecemos por el propio concepto de “desarrollo” según lo estamos discutiendo ahora dentro de nuestras propias sociedades “ricas”. Es cierto que el modelo industrial sacó de la pobreza a millones de personas en Occidente pero no es menos cierto que se trata de un modelo basado en la acumulación de cosas materiales. Hoy día, en pleno 2022, muy pocas personas estarían dispuestas a reconocer este modelo como una auténtica fuente de desarrollo. ¿Por qué?
El modelo industrial occidental alcanzó su máximo esplendor durante el periodo 1945 – 1973, caracterizado por el acceso de amplias capas de la población a una vivienda digna, a un trabajo digno, y a participar de la llamada Sociedad de Consumo: todo el mundo se compraba coches, lavadoras, frigoríficos, todo el mundo gozaba de vacaciones pagadas, etc. Al precio, como ya sabemos, de destruir nuestro planeta.
A partir de 1973, con la Crisis del Petróleo (un primer aviso de lo que estamos padeciendo hoy de forma más estructural) la cosa cambia. Las grandes fuerzas económicas que habían movido al Occidente rico se dan cuenta de que el modelo no da para más y que si quieren seguir obteniendo beneficios económicos y alimentar la ilusión de un crecimiento ilimitado en un planeta finito, deben recortar costes y no tanto aumentar la producción como se hacía antes.
Los trabajadores son los grandes perdedores y se pasa de una economía productiva con empleos vitalicios y relativamente bien pagados al panorama de hoy: una economía especulativa con empleos precarios y mal pagados donde la ansiedad y los trastornos mentales están a la orden del día. Así, las grandes fuerzas económicas siguen obteniendo beneficios astronómicos pero se ha roto la baraja del lado del trabajador: éste ya no se beneficia de esta bonanza empresarial.
Como consecuencia, una sociedad cada vez más descontenta con esta deriva ya no puede acceder a una vivienda, a un trabajo ni a un coche, y cada vez menos a unas vacaciones. Ya nadie está dispuesto a reconocer que el “desarrollo” está basado en la acumulación de cosas materiales puesto que nos ha llevado a la situación actual. Cada vez más personas creen que el verdadero desarrollo está en otra parte: en disfrutar de las pequeñas cosas, en llevar una vida sencilla y espiritualmente sólida ligada al cuidado del planeta, y a la conservación de una fauna silvestre que, como decía en un artículo anterior, es fuente de salud mental y bienestar espiritual.
En otras palabras: cada vez capas más amplias de población ven que hay más “desarrollo” en vivir en un pueblo, tener un huerto, y estar rodeados de naturaleza aunque eso implique renunciar al coche, al piso en ciudades cada vez más alienadas y hostiles, a tener muchos electrodomésticos pero llegar a vivir en paz con uno mismo y con sus vecinos.
Y vemos aquí que los ciudadanos de países en vías de desarrollo quieren ir por el mismo camino que nos ha destruido a nosotros y al planeta. ¿Qué les decimos? ¿Les decimos que sí, que la felicidad está en tener coches, lavadoras y vacaciones en el Caribe? ¿Es lo que necesitan? ¿Les vendemos un “desarrollo” basado en poderes fácticos económicos que YA, HOY, están explotándoles y precarizándoles enseñándoles una zanahoria de “desarrollo” pero atizándoles con el palo de la explotación?
¿No es mejor venderles otra cosa? ¿reconocer que nuestro modelo de “desarrollo” estaba equivocado? ¿no es mejor decirles que mejor que mirar a un Occidente destruido es mejor recuperar su visión propia del mundo, recuperar los saberes ancestrales de sus etnias y pueblos para escapar de un “mercado” al que jamás les importó? ¿no es más honrado proponerles que están a tiempo aún de evitarles el mismo destino al que nosotros hemos llegado?
Si no lo hacemos así, tal vez dentro de doscientos o trescientos años Europa sea un tranquilo continente de pocos aldeanos pobres pero felices, mientras que África o Asia serán una cloaca de basura, petróleo y ruinas.
Aún están a tiempo de evitar nuestros mismos errores. El verdadero desarrollo, ya lo hemos visto, no está en lo material.
Foto Video / Eduardo Fernández / Terabithia Stock