LOS MENONITAS,

LA VIRUELA DEL MONO

Y EL BUCLE

AUTODESTRUCTIVO

EUGENIO FERNÁNDEZ

Crónicas de Fauna / Terabithia Press

Seguramente el lector se preguntará qué rayos tiene que ver un menonita con la viruela del mono. Pues nada… y todo. Porque comprender lo que están haciendo los menonitas en los bosques tropicales de América del Sur nos pone en disposición de entender de una vez por todas por qué nos están entrando olas continuas de zoonosis. Hemos fingido que la Covid-19 ha terminado (pero no es así) y ya tenemos encima la siguiente zoonosis: la viruela del mono. Todos corriendo como pollos sin cabeza pero sin entender nada de por qué está sucediendo esto.

Para empezar a entenderlo hagamos un ejercicio de ¿ficción? La Selva del Irati, en Navarra, es uno de los mejores hayedos de Europa. Un bosque idílico de cuento de hadas. Pues bien, imaginad que un grupo de familias llegan en furgonetas y las estacionan en un claro del hayedo. Inmediatamente levantan tiendas de campaña y comienzan a talar las hayas centenarias así, por la patilla. Porque yo lo valgo.

Con la madera de los árboles empiezan a fabricar muebles que venden en los pueblos cercanos, y en el terreno deforestado empiezan a plantar berzas, zanahorias, patatas y cebollas, y a criar cerdos y gallinas que también venderán luego en los pueblos cercanos. La deforestación se irá haciendo mayor y las tiendas de campaña se convertirán en un asentamiento permanente de cabañas de madera. Inaudito, ¿verdad? La verdad es que tan pronto como las autoridades se enterasen, la Guardia Civil desmantelaría el asentamiento y pondría a sus cabecillas a disposición judicial para ser juzgados por delito ecológico.

Pues esto mismo llevan décadas haciendo los menonitas en América del Sur con los bosques tropicales ante la desidia de las autoridades que debieran impedirlo cuando no con su connivencia cómplice. ¿Quién es esta gente?

Los menonitas son un grupo de seguidores de un movimiento protestante llamado “anabaptistas” que surgió en Centroeuropa en el siglo XVI, y que negaba el bautismo de los niños y sólo otorgaban validez al bautismo de adultos. Curiosamente, las principales denominaciones protestantes del momento, luteranos y calvinistas, que denunciaban la intolerancia y la opresión de la Iglesia Católica, hicieron los mismo con los anabaptistas: los persiguieron y los asesinaron. Por eso, los menonitas acabaron estableciéndose en otros lugares donde podían ejercer con libertad sus creencias y su modo de vida: en la Rusia de Catalina la Grande y en las Trece Colonias británicas de América del Norte.

Finalmente, en la Rusia zarista primero y soviética después se desataron también persecuciones contra ellos y al final toda la secta acabó en América: tras Canadá y los EE UU, se establecen en México en 1922, en Paraguay en 1927, en 1930 en Brasil, en 1954 en Bolivia, en 1958 en Belice y ya, más recientemente, en Perú desde 2016 y en Argentina. Todos los países americanos tienen hoy colonias menonitas: unas doscientas mil personas censadas en el año 2015.

Los menonitas se dieron a conocer en todo el mundo en 1985 gracias a la película ‘Único testigo’, de Peter Weir. En ella se nos presentaba a los menonitas como una comunidad idílica, pacifista, consagrada a una ética protestante del trabajo agrícola y ganadero, y a la observancia de su fe. Y todo ello es cierto, son una comunidad sencilla, pacifista y rural. Pero no todo lo que brilla es oro.

Inicialmente los Gobiernos fomentaron su presencia por aquello de “colonizar” tierras “salvajes” y afirmar la soberanía nacional en zonas, digamos, “disputadas”, como hizo Paraguay al fomentar la colonización menonita del Chaco. Pero a partir de los años Ochenta cambia el paradigma social con una mayor concienciación medioambiental y se empiezan a denunciar sus prácticas económicas. Porque todo lo sencillos y pacifistas que son en su vida social y privada, lo tienen de despiadados y sin escrúpulos en lo que a la gestión de sus explotaciones se refiere. Esta gente, movida por un deseo inagotable de mantenerse alejados de cualquier otra comunidad humana, se presenta en la selva y, sin permiso legal ni administrativo de ningún tipo, se dedican a deforestar y cultivar la tierra. Construyen además infraestructuras como puentes, pozos, canales, caminos… todo ello sin permiso y sin ningún tipo de cualificación técnica ni estudio de impacto ambiental y sin certificación ninguna de cumplimiento de normativas. Cuando las autoridades se enteran, lo único que hacen es la vista gorda. El delito ambiental se ha consumado. Y esto lo hacen a lo largo y ancho de América, poniendo su granito de arena para devorar los bosques tropicales.

Claro está, los menonitas no son los únicos en hacer esto pero sí lo hacen con secretismo y a la chita callando, mientras el mundo está distraído con la minería ilegal o la explotación maderera ilegal. 

Pero he hablado de esta comunidad sólo como un ejemplo de cómo la Humanidad se pone hoy en contacto con los reservorios de los virus zoonóticos. Hace siglos, era escaso el contacto entre los humanos y ciertas especies animales que sólo vivían en remotas profundidades selváticas. Pero las agresiones humanas han penetrado tan profundamente en las selvas que ahora esos virus tienen más probabilidad de “saltar” a animales domésticos y luego al ser humano. Esto lleva pasando desde mediados del siglo XX y ya hemos visto con la Covid-19 cómo se va agravando de año en año. 

Ahora es la viruela del mono. Una enfermedad conocida desde 1970 y cuyo reservorio está en roedores que viven en los bosques tropicales de África occidental y central. Posiblemente, este virus pasó al ser humano al consumir carne de dichos roedores o de monos que habían consumido esos roedores. Y, tal como ha pasado con tantos otros virus, un señor de Londres viaja a Nigeria, contrae allí el virus y en pocas semanas tras su regreso el virus ya está en Gran Bretaña, en Portugal, en España, en EE UU, en Canadá… la Globalización y la voraz industria turística actúan como amplificadores y correa de transmisión de virus que hacía sólo 100 años era impensable que saltaran al ser humano. 

En estos momentos, un leñador menonita está talando un árbol en el corazón de la Amazonía peruana. ¿Quién no nos asegura que pueda resultar afectado por un virus latente en una especie de roedor o mono incluso desconocido aún para la Ciencia?, ¿quién nos asegura que eso no acabará convirtiéndose en la próxima pandemia mundial?

¿Empezamos a entenderlo ya, o hago un croquis?

 

Fotos / © Terabithia Stock / Guatrache Fb / Simon de Tey White; WWF UK /  MAAP / Acomepa / G. Rivero / Lifeder / PxFuel

Work

terabithia world’s wildlife photography

En el arte de la fotografía, que es por excelencia el arte de la oportunidad, una sola golondrina suele hacer todo el verano.

Sin embargo, también como las golondrinas, esa sola fotografía sumaria no hubiera sido posible sin todas las otras

gabriel garcía márquez

Periodista

Nobel de Literatura 1982