LECCIONES
MEDIOAMBIENTALES DE
LA GUERRA DE UCRANIA
EUGENIO FERNÁNDEZ
Crónicas de Fauna / Terabithia Press
La guerra es, ante todo y sobre todo, un atropello a la dignidad humana y un fracaso absoluto de todo lo que la Humanidad es y representa. No importan los detalles de cada guerra, sus motivaciones o su falta de ellas, el resultado siempre es el mismo: muerte, destrucción y sufrimiento. Y la amarga sensación de que los humanos no tenemos remedio.
Pero esta es una columna dedicada a la fauna y el medio ambiente, y creo que merece la pena ofrecer a los lectores ciertos aspectos en los que esta desgraciada guerra de Ucrania afecta también al medio ambiente y algunas lecciones que desde nuestras cómodas poltronas occidentales podemos aprender y reflexionar.
Para empezar, Ucrania estaba llevando a cabo algunos de los más interesantes proyectos de conservación, restauración ambiental y rewilding que hay en estos momentos en Europa. Estos proyectos están relacionados con dos áreas ecológicas diferentes.
En primer lugar, la estepa. Quedan poquísimas estepas naturales europeas, y en su mayoría están concentradas en una franja que va desde el Nordeste de Bulgaria hasta el Río Ural, correspondiendo a Ucrania el grueso de esos poquísimos fragmentos sueltos de estepas. Téngase en cuenta que las excepcionales condiciones agrícolas de Ucrania para el cultivo del cereal y las oleaginosas han conducido a la destrucción de la mayoría de estepas salvajes a golpe de arado para dedicarlo a esos mares de trigo tan clásicos de este país eslavo.
Por eso hay en marcha proyectos de recuperación de estepas como la de Tarutino, situado en el oblast de Odesa, uno de los objetivos de la ofensiva rusa. Se trata en realidad de una estepa secundaria, producto de la regeneración natural de un antiguo terreno de prácticas de tiro del ejército soviético que cayó en desuso y que finalmente fue destinado en 2011 a reserva natural por el Consejo Regional de Odesa.
Originariamente, las estepas europeas eran explotadas por manadas de herbívoros como el caballo salvaje, el antílope saiga, el asno salvaje o el ciervo rojo. Por eso, se han reintroducido en Tarutino caballos “konik” y, en mayo de 2020, una manada de 20 asnos salvajes (kulán) con la idea de lograr 300 ejemplares hacia 2035. Pero también roedores excavadores como la marmota de estepa, reintroducida también en 2020. Los roedores excavadores son especies clave en las estepas por la remoción de tierras que consiguen al excavar madrigueras, ayudando a oxigenar el suelo.
Justo al norte de la Península de Crimea, en el oblast de Jersón, recientemente ocupado por el ejército ruso, se encuentra otra interesante reserva esteparia, llamada Askania Nova. Su origen está en una gran finca de la época zarista que fue expropiada por la Unión Soviética en 1919 y dedicada a cría y aclimatación de especies experimentales, labor que prosigue bajo el Estado ucraniano. Además de criarse y aclimatarse allí los asnos salvajes y las marmotas que se reintrodujeron luego en Tarutino, en Askania Nova hay también especies africanas de la sabana que constituyen una atracción turística. Además, una parte de Askania Nova ha sido protegida y recuperada como reserva esteparia.
En segundo lugar, la orilla ucraniana del Delta del Danubio, que está incluida en un programa europeo de restauración de paisajes. Esta región del mayor humedal de Europa también se encuentra en el oblast de Odesa y está tratando de recuperarse como humedal a base de demoler antiguos diques, restaurar canales de comunicación fluvial antes cegados y la reintroducción y/o reforzamiento de poblaciones de caballos konik, ciervos, búfalos acuáticos (concretamente en la Isla Ermakov) y pelícanos de Dalmacia pero también está prevista la recuperación a medio plazo del lobo y del chacal dorado como imprescindibles depredadores.
Todas estas iniciativas están directamente amenazadas por la guerra. No sólo están en el “frente sur” del avance ruso, el que más éxito está teniendo hasta el momento, con las posibilidades de que los tanques rusos destrocen las últimas estepas europeas sino que, tras la guerra, (sea cual sea el resultado) habrá que reconstruir Ucrania, y hasta el último euro será destinado como es lógico a la reconstrucción de las ciudades y en dar alojamiento y comida a quienes lo han perdido todo e, inevitablemente, los presupuestos dedicados al Medio Ambiente se verán recortados.
En cuanto a nosotros, ya estamos viendo cómo la guerra ha agravado (¡que no creado!) el alza de precios de materias primas y de energía. Son problemas que ya estaban ahí: el gas, el petróleo, la electricidad, etc… están por las nubes comprometiendo una “recuperación económica” que tampoco acababa de llegar antes de la guerra.
Yo creo que es una excelente oportunidad para empezar a decrecer, único camino, a mi modo de ver, de salir de esta verdadera “crisis civilizatoria” en la que nos hemos metido nosotros solitos. Es el mejor momento para replantearnos nuestra vida y nuestro exagerado consumo y consumismo. Una oportunidad para estudiar nuestro modo de vida y aplicar concienzudamente una disminución de nuestro consumo de petróleo, de gas, de productos y artículos que no necesitamos en realidad, una oportunidad para viajar menos, para dejar de explotar laboralmente a las empobrecidas masas asiáticas a través de las cadenas de textil de “bajo costo”, y volver la mirada a nuestro entorno próximo: el barrio, la provincia, la Comunidad Autónoma, la tienda del barrio, el agricultor del pueblo de al lado.
Asumamos de una vez que la fiesta se acabó.
Fotos / © Terabithia Stock / LifeGate / Odessa Journal / Unknown Ukraine / Rewilding Europe: Staffan Widstrand / Andrey Nekrasov / Yakovlev