‘Diálogos Terabithia Fundaciones’, con el presidente de la Asociación Española de Fundaciones, Javier Nadal Ariño
Por Eduardo Fernández García / Terabithia Press / MAD / ESP
‘Las Mil y una Noches’ nos relata en uno de sus cuentos la historia de un pescador que le pide prestado un plomo a su vecina para lastrar su red, y que a cambio le promete regalarle el primer pescado que saque del agua. Ella le presta el lastre y él le trae el pez, tal y como se había comprometido. Por sí solo el pescado ya pareciera suficiente pago y así, la mujer se sintió satisfecha y remunerada por su humilde préstamo, pero no lo vendió ni lo regaló; cuando limpió ella misma el pescado comprobó asombrada que ¡tenía un diamante adentro! La vida está llena de oportunidades, en las propias cosas naturales, y en el devenir lógico de la sociedad, oportunidades que habitualmente pasa por alto el común de los mortales, cuyos registros de innovación suelen estár encorsetados por las estructuras sociales y productivas establecidas y consideradas correctas o rentables. La inteligencia estratégica del filántropo [no confundir filántropo con ‘hombre rico bueno’; la filantropía tiene más que ver con la filosofía del comportamiento social y con la actitud a la hora de enfocar nuestra aportación a la colectividad que con la cuantía de la financiación aportada] consiste en identificar las incontables posibilidades de mejora y crecimiento que nos ofrece la vida real: hay que focalizar el esfuerzo en el interés común, potenciando el aprovechamiento social de la inteligencia humana. Y utilizando esa inteligencia común para cambiar lo que no funciona, en la que el individuo es sólo el catalizador de cada proyecto para ir transformando el mundo en estos tiempos de crisis y de cambio.
“Este sector te cambia para bien, me siento muy afortunado por poder estar tan cerca de la acción social”, me confiesa Javier Nadal en el moderno centro madrileño de coworking Impact Hub, espacio funcional y simbiótico al que ha trasladado la Asociación Española de Fundaciones su sede. Ha sido este cambio de ubicación la puesta en escena de la transformación que el asociacionismo fundacional ha consolidado en el último lustro, apostando por la economía social, la sostenibilidad y la acción colaborativa como ADN de su estrategia.
Nadal recibe a Terabithia en una sencilla sala de trabajo en la confianza de que puede expresarse tal cual él es y explica con detalle que ahora en España la filantropía está siendo atraída por el centro del sistema y poco a poco está permeando el modelo económico; y considera que la incorporación de este espíritu a las estructuras productivas no sólo es muy compatible con la necesidad de la rentabilidad del sistema, sino que además impacta en el desarrollo económico de la sociedad y en el crecimiento sostenible. Los jóvenes ya llevan esta filosofía de serie y “creo que ésa es la gran esperanza”. “Cada vez más, a la hora de buscar trabajo o decidir cómo quieren enfocar sus estudios y su carrera profesional, nuestros jóvenes tienen en cuenta que la realidad económica, social y ecológica se integran en un ‘todo’ que conforma una idea global a partir de la que ellos diseñan su propio modelo de sociedad ideal para el futuro.
Eduardo Fernández:
—Cuántos años en el sector… Echo la vista atrás y recuerdo nuestras conversaciones hace una década en el edificio de Telefónica en Gran Vía. Cómo ha cambiado y avanzado el Sector Fundacional, ¿no es cierto?
Javier Nadal:
—Sí, muchos años, en ocasiones creo que demasiados porque, también es cuestión de buen gobierno que las cosas y las personas en los puestos de responsabilidad duren lo necesario y es buena y necesaria la renovación; al tomar posesión en este último mandato en la asociación ya lo dije… —Éste es el último. A lo largo de mi vida he estado en distintos ámbitos profesionales y siempre he mantenido la idea de que llega un momento en que lo tienes que dejar, aunque hayas conseguido algo que te gusta y el entorno piense que lo haces bien; una persona trasmite sus virtudes, pero también sus defectos. Hay muchas maneras de ver las mismas cosas y es bueno que vayan entrando otras formas de pensar. Todo es sumar, y distintas personas aportan cosas nuevas. No obstante yo voy a seguir, no sé de qué modo, pero seguro que estaré ligado al sector. Soy un privilegiado por haber recalado aquí; al final de mi vida laboral he tenido el mejor regalo que me podía imaginar.
—Con respecto a los cambios positivos y al avance del sector, es una evidencia, sobre todo en relación a la imagen que ofrecemos a la sociedad. Fíjate, por ejemplo (y luego quizás profundicemos), hoy en día el donante, el mecenas, el filántropo, la empresa o la institución que apoya a una fundación, sabe a ciencia cierta, y así lo estipula la Ley, que dispone de un instrumento jurídico de primer orden que garantiza que su donación se va a utilizar para el fin definido, y a través del modelo fundacional recibe absoluta seguridad jurídica pues, mediante procedimientos públicos y transparentes se ha de velar por que sus esfuerzos únicamente se destinen a futuro a conseguir el fin fundacional definido. Es un modelo muy válido para todos los fines de interés general al que creo sinceramente que no le estamos aún sacando suficiente partido.
—Javier, tú eres especialista en capitalizar y poner en valor esa acción social producto de la implicación de las empresas a través del modelo fundación; has ido además trasvasando el conocimiento adquirido en investigación, en la función pública y en el mundo empresarial, primero a Fundación Telefónica, y ahora desde hace unos años a la Asociación Española de Fundaciones. Eso te permite tener una visión estratégica de cómo pueden colaborar y sumar los diferentes sectores…
—A lo largo de la vida uno acumula experiencias y a mí me ha gustado moverme; yo soy ingeniero de telecomunicación, comencé en investigación, fui responsable de poner en marcha la Dirección General de Telecomunicaciones, luego pasé al mundo de la empresa, Telefónica, su fundación y etcétera. Lo que te permite esa evolución cada vez que llegas a un sector nuevo, que lógicamente en principio te resulta un poco ajeno, es que al tiempo que aprendes y te familiarizas con lo nuevo, puedes aportar ideas innovadoras y puntos de vista enriquecedores, porque llegas con la frescura de no conocerlo, sin prejuicios, y con modelos que has desarrollado anteriormente y aportas, desde la humildad claro, al nuevo sector al que te incorporas.
—Y es que ésa es una de las claves de la innovación: poner en contacto sectores y actores, incluso individuos que en principio están un poco alejados por su desempeño; de esa interesante simbiosis surgen modos nuevos de hacer las cosas y de colaborar para seguir avanzando. A mí personalmente me ha servido además para creerme que no voy envejeciendo y reinventarme; este sector te cambia para bien, es como que te vuelves a apasionar con el trabajo que desarrollas y me siento muy afortunado por poder estar tan cerca de la acción social.
—De hecho estoy muy orgulloso de mi época en Fundación Telefónica, con programas como ProNiño… y luego, como bien sabes, todo el equipo de la fundación realizó en Gran Vía un gran esfuerzo por adaptar la fundación a los tiempos que corren: es muy importante no perder la referencia del momento en que vivimos. La adaptación de la fundación al trabajo en favor del desarrollo y el conocimiento del al mundo digital y tecnológico continúa desde entonces, especialmente orientado a las nuevas generaciones.
—Se está incorporando al mundo laboral la generación más preparada de la historia de España, que es a su vez la generación con mayor pulsión filantrópica: jóvenes que saben poner en valor el dividendo social que aporta su trabajo, con independencia de que lo desarrollen en una compañía privada o en una entidad social. Venimos comprobando desde hace unos años que el Sector Fundacional está consiguiendo paso a paso combinar la experiencia senior de especialistas llegados desde diversos ámbitos del conocimiento y de la gestión con ese imparable empuje vital juvenil, redoblado en tiempos de crisis, con el talento especial de nuestros jóvenes y con esa conciencia ya innata de que la solidaridad y el compromiso han de estar en el alma de cada organización…
—Muy de acuerdo Eduardo; es un tema magnífico de reflexión, quizás sea por los problemas extraordinarios que estamos viviendo y los compromisos sociales que vamos adquiriendo: cambio climático, cumplimiento de los ODS (un trabajo excelente para visualizar lo que tenemos que hacer para mantener el planeta y conseguir que las sociedades sean sostenibles; y además de visualizarlo ponernos manos a la obra). Esta cuestión los jóvenes la perciben bien y de forma intensa y la interiorizan.
—Antes, la filantropía era algo complementario y separado de la actividad normal; ahora la actividad de todo tipo comienza ya con nuevas maneras de enfocar la economía, como es el caso ejemplar de las inversiones de impacto y, además, la adopción de formulas para incrustar el espíritu filantrópico en la cadena de producción, ello aunque solo sea porque necesitamos una renovación, lo cual resulta más que evidente. La filantropía está siendo atraída por el centro del sistema y permeada por el modelo económico, que considera la incorporación de este espíritu no sólo es compatible con la necesidad de la rentabilidad sino que además tiene impacto en el desarrollo económico, en la transferencia de los beneficios a la sociedad y en el crecimiento sostenible. Los jóvenes lo llevan incorporado en su ADN. Cada vez más, a la hora de buscar trabajo o decidir cómo quieren enfocar sus estudios y su carrera profesional, nuestros jóvenes tienen en cuenta que la realidad económica, social y ecológica forman un todo que conforma una idea global que ellos tienen muy metida en la cabeza; y ésa es la gran esperanza y una gran oportunidad.
—¿Hasta qué punto esta nueva sociedad ha interiorizado que la acción fundacional y la filantropía es un buen modelo de generación de riqueza?
—Sí, está interiorizándose, pero los jóvenes van aún más allá: piensan que más bien no hay otro modelo, que ése es el modelo social y laboral y es muy importante que esa visión no se pierda, sino que se potencie. Ahora es evidente que estamos tocando límites, que nada es inextinguible; la filantropía es una muy buena herramienta para traducir en resultados la conciencia de que preservar la casa común es obligado; y también por la convicción de que esto [el planeta] tiene que perdurar y, por supuesto, el impulso del temor a lo que vendrá si no se actúa de forma organizada y urgente.
—Parece además una posición inteligente, pues la propia generación de estructuras económicas y sociales que favorezcan la consecución de los ODS lleva implícita la creación de riqueza, la generación de empleo. Un dato de la Organización Internacional del Trabajo: en los próximos años se crearán más de 24 millones de empleos ‘verdes’, ésos que contribuyen a preservar y restaurar el medio ambiente, muchos de ellos puestos laborales de elevadísima cualificación y relacionados estrechamente con la investigación.
—Afortunadamente no hay que pensar que estamos a la desesperada, hay tiempo si se avanza y se trabaja. Cambiando el paradigma y actuando así desde todas las estructuras sociales y administrativas podemos reinventar una sociedad sostenible, rentable y viable, y precisamente lo puede ser porque realiza y se implica en ese tipo de actividades. La nueva economía va a ser circular y global, no se trata de destruir el capitalismo, ni el modelo económico; se trata de adaptarlo y reinventarlo.
—El modelo económico y de gestión ‘non profit’ parece muy adecuado en este momento global, pues los dividendos y la riqueza, de algún modo, se transfieren a las sociedades. También es una estructura circular y redistributiva…
—Lo más interesante de todo es que desde el ámbito económico clásico y considerado como normal ya se están incluyendo esos conceptos que estamos analizando en esta conversación: si no hay rendimiento no se va a poder sostener la actividad; el camino es buscar rendimiento económico para seguir alimentando al sistema y cubrir las demandas, pero también capitalizar el rendimiento social, que es otra gran fuente de retroalimentación y nutrición de un sistema sano ideal y sostenible. Por eso de cara al futuro hay que encontrar otras formas de medir el rendimiento. Y hay que ponerse a ello. Conceptos como el PIB, que han sido muy útiles durante decenios, están hoy algo obsoletos. Hay que encontrar una forma de cuantificar y cualificar que no sólo mida el crecimiento económico neto, porque en muchos casos tampoco va a ser necesario obsesionarse con el crecimiento económico ‘senso estricto’ permanente si parte del retorno por la actividad lo obtenemos a través de una mejora del ecosistema y capitalizamos y socializamos los rendimientos para conseguir un mundo mejor. Conservar los recursos es un gran beneficio social, pero también un beneficio económico mensurable y tangible.
El PIB computa sólo impactos económicos, pero no los impactos positivos o negativos que puede generar una acción, y a veces el impacto económico puede ser socialmente negativo. Hay que incentivar la generación de actividad positiva. Por ejemplo: estamos preocupados por la cantidad de plástico que estamos arrojando a los océanos; para sacar los desperdicio s del mar tenemos que pagar a empresas, cubrir salarios, innovar en tecnología, generar producción. Esas acciones aumentan el PIB, pero no lo hacen si el trabajo lo llevan a cabo voluntarios. El PIB, por lo tanto, debería contabilizar no sólo el beneficio económico, sino también el beneficio social. Hay que encontrar una fórmula para cuantificar el valor real de lo que estamos haciendo, de esa manera incentivaríamos que las empresas hicieran más inversiones de impacto.
—¿Hasta qué punto hemos interiorizado ya en España que una fundación es además un agente dinamizador de la economía?
—La filantropía en sí misma, literalmente, es una máquina de generar riqueza para la sociedad: generas bienes, servicios, puestos de trabajo, bienestar, movilizas recursos… Además por supuesto del valor social, tangible, que supone cumplir la misión fundacional, que es el objetivo prioritario de la fundación.
—Por ejemplo en el tejido I+D+i de base, ¿no? Javier, en el eje estructural de muchos centros de investigación de excelencia, como ocurre en la investigación oncológica y desarrollo de terapias contra el cáncer, sector en el que España se encuentra en el top 5 mundial, encontramos a menudo fundaciones, bien gestionando, bien colaborando entre ellas, bien sumando esfuerzos con la Administración y compañías farmacéuticas, hospitales y universidades. Colaborando en ensayos clínicos, desarrollando productos, modelos, terapias e incluso patentes que luego son exportables y generan riqueza, puestos de trabajo, valor-país y, por supuesto, beneficio social…
—En España hemos de saber elegir, somos un Estado pequeño, y la focalización de esfuerzos en la investigación médica y sanitaria, y concretamente en el desarrollo de avances en el campo de la investigación oncológica teórica y aplicada es una magnífica elección, una gran inversión y un futuro vivero de riqueza social y científica y de puestos de trabajo cualificados. Aunque la Sanidad es en España un sector fundamentalmente público, colabora muy bien y es un buen ejemplo de coordinación con el sector privado. Es un caso de éxito espectacular digno de estudio. En muchos sentidos, nuestro sistema sanitario mixto es de los mejores del mundo y, además, mucho más barato para el ciudadano, que tiene acceso a él con independencia de su extracción social o posición económica.
—Somos sin duda un país solidario, gracias al esfuerzo de lo público, de lo privado y de la Sociedad Civil cumpliendo su misión y ejerciendo la acción que le corresponde a través de fundaciones y asociaciones. ¡Insisto!, éste es un caso de estudio. Si hemos sido capaces de conseguir un sistema de salud tan prestigioso… por qué no hemos de ser capaces de trasladar un modelo similar a otros sectores que tienen que ver con el estado del bienestar, como por ejemplo a la gestión de la Educación, materia en la que según todos los índices estamos mal posicionados a nivel mundial. Habría que analizar por qué ocurre esto y sacar conclusiones.
—Fundaciones rentables para la sociedad…
—Es de pura lógica, las fundaciones han de obtener beneficio, no sólo ser subsidiarias de donaciones o vivir de la beneficencia, porque si obtienen un beneficio (como en el caso de la investigación) lo revierten de forma automática al sistema, por lo tanto es un modelo fantástico, porque la acción fundacional es ‘sin ánimo de lucro’, y en el caso de que exista beneficio, éste se reintegra totalmente a la sociedad.
—A nivel público y privado, a menudo los centros educativos tienen detrás una fundación. Muchas universidades, cuya implicación en la investigación también es capital, son en sí mismas una fundación. Por ejemplo, en Portugal, están ahora facilitando la posibilidad de que las universidades se conviertan al modelo jurídico de fundación. Su misión sería preservar la misión educativa e investigadora, y además con autonomía, pues qué mejor autonomía que una fundación que en sí misma no está sometida más que al dictado del patronato y al control del correspondiente protectorado. Lo deseable es un modelo lo más parecido al de las universidades de Estados Unidos y en general del mundo anglosajón, cuyo nivel de autonomía es muy superior y ello es debido al tipo de gestión, que fomenta además las contribuciones filantrópicas privadas para el mantenimiento y la mejora de la actividad docente sin comprometer su independencia educativa. En España no está suficientemente incentivada la filantropía privada, particular o empresarial, con destino a las universidades.
—Y jurídicamente, ¿son muy significativas las diferencias y ventajas frente a los modelos mercantiles al uso?
—Jurídica y operativamente el modelo fundación tiene algo vital, pues el principal objetivo de una fundación es preservar la misión; se trata de un patrimonio afecto a un fin concreto de interés general y la obligación del protectorado es garantizar que se cumple la voluntad del fundador. Se superpone el valor de la misión frente al teórico valor económico, es decir y en este caso concreto del que hablamos a modo de ejemplo: preservar la investigación oncológica frente a la rentabilidad. O mejor aún, diseñar una estrategia económicamente viable y rentable cuyo objetivo sea preservar la misión fundacional: la lucha contra el cáncer y la atención a los pacientes.
—En el mundo del arte, por ejemplo, o en los proyectos arquitectónicos o urbanísticos faraónicos de largo plazo, la presencia de fundaciones en el organismo gestor puede llegar a ser la clave de que el objetivo se alcance y se pueda cumplir el fin, por ambicioso que parezca. Me viene a la cabeza el modelo de la Fundación Sagrada Familia de Barcelona, entidad que entre otras misiones gestiona la relación con las administraciones y donantes, las visitas al templo y al mismo tiempo tiene fijado su fin en la conclusión y en la excelencia de las obras y en la preservación del legado de Gaudí y de la historia del templo. El trabajo independiente, diletante y vigilante de la fundación y sus patronos y su modelo de gestión de un bien patrimonial, ha permitido, a decir de los expertos, que una joya arquitectónica única en el mundo haya podido ser realizada a lo largo del último siglo casi como fue concebida por Gaudí y disfrutada por millones de visitantes de todo el mundo. ¡Y ha generado cientos de empleos! Y cuando se inaugure finalmente acabada, en unos pocos años, la Sagrada Familia será un tesoro aún mayor para los catalanes y los españoles, un magnífico imán turístico, que ya lo es, y un patrimonio para la humanidad. ¿Es esa rentabilidad social de la que antes me hablabas Javier trasladada en este caso a lo cultural?
—Es un muy buen ejemplo. Son éstas, acciones de largo plazo que sólo es capaz de sacar adelante la Sociedad Civil, lo cual demuestra la profundidad del movimiento fundacional. Obviamente el cortoplacismo habría impedido finalizar la Sagrada Familia. En el planteamiento estratégico a largo plazo el Sector Fundacional tiene mucha ventaja y hay acciones y problemas cuya resolución sólo puede plantearse en el largo plazo. Pero también hemos de actuar en el corto, y lo hacemos: contribuyendo a mitigar el impacto social de la crisis y redoblando esfuerzos en la atención de las personas desfavorecidas para que nadie se quede atrás: han aflorado además nuevos problemas, como la soledad, por la evolución piramidal poblacional; y la respuesta de la sociedad es ejemplar, tal cual ocurre por ejemplo con otros problemas inmediatos, como la búsqueda de soluciones y apoyo a quienes padecen enfermedades raras. Siempre nos gusta decir que donde hay un problema hay una fundación. La acción a corto plazo está focalizada en las personas, obviamente, pero los problemas futuros, de largo plazo, si no se abordan con criterio se van convirtiendo en problemas de medio, corto plazo o incluso catastróficos, como las cuestiones climáticas si no se actúa con perspectiva, decisión y eficacia. Y de forma coordinada.
—El mundo de las fundaciones ha sido incomprendido, pero me temo que también porque las propias fundaciones no han hecho suficiente esfuerzo para comunicar bien…
—Es uno de los grandes problemas en las últimas décadas, pero las deficiencias en comunicación se están corrigiendo en los últimos años. Aún hay mucho que hacer. Estamos comunicando lo mejor que sabemos, pero yo no estoy aún satisfecho: no comunicamos lo suficiente. Además, no hay que confundir la comunicación con la publicidad. Sus funciones son diferentes y sus mecanismos permean en la sociedad de otro modo. A final, lo deseable e importante es que la demanda de comunicación venga desde fuera y que la AEF disponga de los instrumentos adecuados para que esa transparencia de la que hacemos gala se maneje por los cauces debidos y de forma excelente.
—Transparencia, responsabilidad ética… habéis creado recientemente en la AEF un canal ético para vehicular consultas y reclamaciones. Hacia 1990 se puede afirmar que la transparencia no existía porque, además, ni se consideraba importante, éste era uno de los llamados sectores opacos, o al menos así lo percibía la sociedad. A principios del Siglo XXI se exige ya ejemplaridad y se comienza a demandar de forma intensa profesionalización, transparencia y comunicación en el sector. La situación es muy diferente a la de hace tres décadas…
—Cuando una fundación no tiene un comportamiento ético la gente es más crítica, pues este sector debe hacer las cosas por el bien común, así que veo bien que haya un mayor grado de exigencia de rigor que al sector empresarial: hemos de ser absolutamente intachables, pues somos una herramienta de la Sociedad Civil y sólo si somos ejemplares la sociedad nos seguirá apoyando. Necesitamos obtener un prestigio intachable para que se apoye al Sector Fundacional en el impulso, como decíamos por ejemplo, a la investigación. La reputación es la clave de nuestro crecimiento.
—Este nuevo canal que me mencionas es un punto de acceso para recibir comentarios, quejas, anónimas o con firma, con el compromiso de que serán atendidas y tratadas por nuestro equipo de expertos con el objetivo de detectar si se está realizando mala praxis e instar a su corrección. Hemos creado aparte un comité ético en la asamblea de la AEF, independiente, para analizar cada problema que nos llegue. El objetivo final es que desaparezcan las dudas absurdas que pueda tener el ciudadano acerca de las fundaciones. Para orientar previamente a quien quiera fundar o donar tenemos la asesoría jurídica de la AEF y nuestro departamento asesor para ayudar a crear una fundación. En ocasiones hemos tenido que decir: —Mira, esto no es una fundación: constituye mejor una SL o una cooperativa, o lo que proceda. Si alguien quiere fundar y tiene dudas, pues nos tiene a su disposición. No hace falta ser socio, cualquier persona con pulsión filantrópica va a ser ayudada en el camino del mecenazgo por la AEF.
—Así que de algún modo la AEF es una aceleradora de ‘starts ups’ fundacionales…
—Sí, pero solo las queremos cuando deben ser fundaciones y tienen sentido como tales. Tenemos, como yo digo, 900 filántropos -las fundaciones socias- que financian nuestra actividad, y trabajamos por absolutamente todas las 9.000 fundaciones activas que hay en España y, por derivada, por toda la sociedad. Vivimos de las aportaciones de los socios y no recibimos ningún tipo de subvención, lo cual nos garantiza esa independencia de la que hablamos y que tan importante resulta para cumplir nuestra función.
—DEMOS, el encuentro anual de las fundaciones. ¿Consolidado?
—Hay ido estupendo, estoy muy orgulloso. DEMOS comenzó hace tres años y la idea es que sea el modelo de cómo hay que hacer las cosas, un lugar de encuentro y ‘networking’ entre las fundaciones. Siempre me he quejado de que unos no nos contamos a los otros lo que hacemos. DEMOS está ideado como un foro para conocer cómo se hacen las cosas en otros sitios, y que sobre todo constituyamos un núcleo de debate e impulso de la innovación. En la edición de diciembre de 2019, con el apoyo de Fundación Germán Sánchez Rupérez, ya nos hemos acercado a lo que yo quiero que sea este encuentro anual. El entorno de La Casa del Lector de Madrid es espléndido, una maravilla, extraordinario, comenzando por el propio nombre. Estoy orgulloso de DEMOS y agradecido a la fundación anfitriona y a los mecenas, patrocinadores, medios, ponentes, voluntarios… Fuimos capaces de llenar ese magnífico espacio de El Matadero (uno de los centros culturales más importantes de España), con talleres, con actos en el excelente auditorio de la fundación. Hemos conseguido 700 participantes, 80 ponentes, multitud de actividades simultáneas… Probablemente y no está aún hablado, volveremos a hacer DEMOS 2020 en La Casa del Lector, me gustaría repetir lugar, que se identifique el encuentro con un espacio propio. Pero fíjate, la edición de 2018 en la sede de Fundación Giner de los Ríos también fue excelente, en un lugar tan inspirador, con tanta historia y poso intelectual. Éstos y otros eventos nos ayudan además para ir dando a conocer diversos espacios interactivos que las fundaciones ponen a disposición del ciudadano.
—En 2020, la AEF, una vez más anfitriona y eje del movimiento fundacional europeo…
—Estos años hemos sido muy activos en Bruselas, como asociación y a nivel particular las fundaciones españolas de referencia, primero impulsando DAFNE en colaboración con European Foundation Center. Ya hemos superado el tiempo de consolidación. Por fin comienza de verdad a existir en la Comisión una sensibilidad de fondo hacia la importancia del sector. Por ejemlo, el PEX, que hemos celebrado en enero también en Madrid, es una idea similar a DEMOS, un encuentro anual de fundaciones europeas.
[El Fondo Invest EU contempla a las fundaciones como potenciales entidades co-inversoras en programas sociales de la Unión Europea. Entre los mecanismos de financiación europea contemplados dentro del nuevo Marco Financiero Plurianual 2021-2027, se encuentra el Fondo InvestEU, que agrupará en una única estructura los distintos instrumentos financieros de la UE y ampliará el modelo del Plan de Inversiones para Europa. Los programas que podrán ser financiados a través de este instrumento se agrupan en cuatro áreas, una de ellas la referida a inversión social. Esta “ventana social” está dirigida a garantizar la inversión en educación, formación, vivienda social, escuelas, universidades, hospitales, innovación social, asistencia sanitaria, cuidados de larga duración y accesibilidad, microfinanciación, emprendimiento social, integración de migrantes, refugiados y personas vulnerables, entre otras. Por ello, se espera que a través de este instrumento comunitario se pueda beneficiar el desarrollo de programas en áreas en las que se encuentran involucradas muchas fundaciones y el Tercer Sector en general. Invest EU contempla a las fundaciones como potenciales co-inversoras, lo que podría suponer un incentivo para fundaciones que realicen inversiones relacionadas con su misión. La AEF colaboró con DAFNE en la organización en Madrid el 22 de enero pasado de el Philanthropy Europe Networks Forum, PEX Forum 2020, en el que se dieron cita 120 líderes y expertos de entidades filantrópicas europeas para poner en común los detalles de Invest EU.]
—Yo estoy seguro, como política de fondo, a medio plazo, de que la colaboración transnacional se trata de algo muy importante, una labor a nivel paneuropeo para conseguir que la filantropía tenga un espacio común en Europa, porque en este aspecto nuestro sector está en clara desventaja, es más, te diría Eduardo que no se está cumpliendo el Tratado de la Unión, y me explico: no existe un marco único en fundaciones; lo adecuado es conseguir que haya un espacio europeo, que una fundación europea pueda operar en cualquier país de la Unión. Si hay libertad de movimiento de capital y de personas, una fundación española y por lo tanto europea no tiene por qué prescindir de esas libertades. En la práctica, con esta legislación vigente que se está aplicando, nos están negando derechos que nos corresponden. Por ejemplo, una fundación francesa que done a una española, no puede desgravarse como lo haría una española.
Nos dejamos mucho que escribir en el tintero porque el tema da para horas de charla intensa e interesante y acordamos repetir en breve estos diálogos con Terabithia, que Javier confiesa “le sirven también para ordenar y reflexionar en voz alta”. Nos ocurre a ambos. Pero destaco un detalle personal que con una sonrisa cómplice Javier deslizó durante el café previo a la conversación que resumen estas líneas: Nadal se siente “un privilegiado por haber recalado en el Sector Fundacional” y de un modo u otro “su destino está ligado al futuro y al trabajo de las fundaciones”.
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