LA ALBUFERA:

SIMBIOSIS

HOMBRE-NATURALEZA

EUGENIO FERNÁNDEZ

Crónicas de Fauna / Terabithia Press

Durante los pasados días 5 y 6 de mayo tuve el gusto de participar en las I Jornadas de  Meteorología y Medio Natural de La Albufera, organizadas por La 8 Mediterráneo y con el apoyo de Visit Valencia (Valencia Turismo). El objeto de estas jornadas era reunir en Valencia a un grupo de meteorólogos, periodistas y divulgadores con el fin de tomar el pulso a uno de los humedales más singulares de España y sacar conclusiones sobre la relación entre las comunidades humana y natural y sus aprovechamientos turísticos así como también del delicado equilibrio natural que hoy está amenazado por el calentamiento global.

Lo primero que hay que entender es que La Albufera es tanto un espacio natural como un paisaje agrario y cultural. Es importante comprender esto. Todos conocemos lo que es una dehesa ibérica y tenemos claro esto de paisaje agro-cultural: una explotación agroganadera de encinas y alcornoques, con pastizal abierto que da de comer a ganado vacuno, ovino y porcino de aptitud cárnica, dando ejemplo de colaboración mutua entre el interés agropecuario humano y toda una comunidad botánica y zoológica riquísima.

Pues bien, en La Albufera existe algo muy parecido. Inicialmente se trata de un golfo del Mediterráneo separado posteriormente del mar mediante la formación de un cordón dunar alimentado por los sedimentos procedentes de la desembocadura del Turia, hasta formar un lago costero de agua dulce rodeado de un marjal pantanoso, y que se convirtió en hogar de numerosas especies de aves y peces.

Posteriormente los árabes establecieron cultivos hortícolas e introdujeron el cultivo del arroz en la zona, iniciando una profunda transformación del lago. Actualmente La Albufera está rodeada concéntricamente por un anillo de arrozales y otro, más exterior, de huertas y frutales. Y todos estos cultivos dependen del agua de La Albufera que se distribuye mediante una red de canales y acequias, gobernadas en última instancia por una serie de “golas”, o aberturas artificiales que se practicaron a finales del siglo XIX y principios del XX para regular el nivel de agua en los arrozales.

Así, hay dos periodos de inundación del arrozal: de mayo a septiembre, que sería la inundación necesaria para el cultivo en sí, y una vez se ha realizado la cosecha en septiembre se aprovecha el descanso de la tierra para volver a inundar (de octubre a enero) el arrozal pero esta vez solo para propósitos cinegéticos puesto que en el marjal se permite el sistema tradicional de caza mediante subasta de puestos y cuyas piezas (anátidas fundamentalmente) se aprovechan por parte de quien las ha cazado. Un sistema que nada tiene que ver con las insostenibles y agresivas fincas cinegéticas dedicadas a la caza “deportiva”.

Tras el arrozal y la caza, la tercera gran actividad económica de La Albufera es la pesca. Llevada de forma tradicional exclusivamente por la Cofradía de Pescadores de El Palmar, se implementa mediante otro sistema ancestral: el redolí, que es una trampa confeccionada con redes de pesca sostenidas por postes de madera, y cuyos puestos se sortean cada año.

El profano que no conoce La Albufera podría pensar que un triple aprovechamiento agrícola intensivo, cinegético y pesquero sería bastante perjudicial para la fauna y el equilibrio ecológico de este humedal, que acabaría siendo esquilmado. Pero no ha sido así. En La Albufera encuentran refugio, terreno para nidificación y alimento nada menos que 300 especies de aves, que se concentran mayormente durante el invierno cuando recibe un buen contingente de aves invernantes que provienen del norte de Europa. 

Yo mismo pude observar en el arrozal ejemplares de morito común (Plegadis falcinellus), garcilla bueyera (Bubulcus ibis), garcilla cangrejera (Ardeola ralloides) y garza real (Ardea cinerea), buena representación de anátidas en los cañaverales y luego fuimos guiados por la ornitóloga Yanina Maggiotto, quien nos recibió en la Gola de Pujol tras atravesar navegando el lago con los magníficos voluntarios de la Associació Vela Llatina de Silla, que mantienen viva la tradición de las embarcaciones autóctonas a vela de La Albufera, quien nos enseñó el ecosistema del pinar mediterráneo que hay en el cordón dunar que separa el lago del mar, y concretamente en el Estany del Pujol, una colonia nidificante de la gaviota de Audouin (Ichthyhaetus audounii), cuyo 90% de población cría en la costa mediterránea española, además de cigüeñuela (Himantopus himantopus), charrán común (Sterna hirundo) y charrancito (Sternula albifrons).

En realidad, fue la contaminación que procedente de las zonas industriales aledañas, afectó gravemente al lago durante los “años de plomo” de nuestra biodiversidad, entre los años 1960 y 1980, y que exterminó a la mayor parte de los peces autóctonos del lago e inició un proceso de eutrofización de sus aguas.

Cierto es que la cosa ha ido mejorando con la declaración de Parque Natural en 1986 y la prohibición de la caza en el lago estricto (no así en el marjal, como he indicado), y así se han reintroducido especies de peces autóctonos como el fartet (Aphanius iberus) y el espinoso (Gasterosteus aculeatus), y se han establecido tancats, o zonas restringidas dedicadas únicamente a la fauna silvestre y donde sobrevive aún el samaruc (Valencia hispanica). Pero todavía hay trabajo que hacer. ¡y mucho hecho!, pues se han realizado restauraciones ecológicas espectaculares, como las dunas que hay tras el Estany de Pujol, y que antes eran ¡un parking para la playa!

La Albufera está íntimamente unida a la Ciudad de Valencia por economía e historia, y así lo han entendido los organizadores de las Jornadas, que incluyeron en el programa de actividades una visita guiada por el magnífico centro histórico de Valencia, y por supuesto, la degustación de la prestigiosa gastronomía valenciana.

Regresamos posteriormente a Madrid en la tarde del día 6 con la idea de que el ser humano y sus legítimos intereses económicos pueden convivir en un razonable equilibrio con el Medio Ambiente, siempre y cuando sepamos conservar los aprovechamientos tradicionales que están adaptados a cada territorio dado. La Globalización no ha sido un buen negocio ni para el planeta ni para el ser humano, y si queremos que sistemas eco-culturales como La Albufera sobrevivan, yo animo a visitar la zona en orden y con la respetuosa humildad de querer aprender, comprar el arroz de La Albufera y degustar, cómo no, la emblemática paella. Aprender, observar aves… y consumir y gastar en la zona.

¡Gracias a los organizadores por tan magnífica iniciativa!

 

Fotos /© Terabithia Stock Eduardo Fernández García – Eugenio Fdez.

Work

terabithia world’s wildlife photography

En el arte de la fotografía, que es por excelencia el arte de la oportunidad, una sola golondrina suele hacer todo el verano.

Sin embargo, también como las golondrinas, esa sola fotografía sumaria no hubiera sido posible sin todas las otras

gabriel garcía márquez

Periodista

Nobel de Literatura 1982