- Ximo Soler / historiador y gestor de patrimonio cultural especializado en arqueología subacuática
- Ixone Herrero Otsoa / restauradora y gestora de patrimonio cultural
- Carlos Micó Tonda / historiador y antropólogo naturalista
Equipo Àncora Cultura de Mar / especial para Terabithia Filantropía Estratégica
Se cuenta en los departamentos universitarios de arqueología y paleontología, así como en los momentos de descanso durante una excavación, que hubo una época y algunos lugares del mundo donde la financiación para investigación no escaseaba. Se cuenta entre susurros, casi como si se tratase de una época mítica, que hubo personas como Howard Carter o Andrew Carnegie (fuente inspiración para el John Hammond de Jurassic Park) que financiaron grandes excavaciones que los catapultaron a la historia. Pero no solo hablamos de burgueses o grandes industriales que deseaban poner sus recursos al servicio del desarrollo humano, sino también de gobiernos que entendieron que la investigación arqueológica era una vía para aumentar el prestigio de una nación, a través de la visibilización de su pasado y de su implicación con la ciencia. Son claros ejemplos los de Perú con la expedición Kon-Tiki y de Omán con la travesía náutica de Tim Severin hacia China.
En España tenemos casos más ‘modestos’ pero no menos importantes, como el de Marcelino Sanz de Sautuola, quien dedicó su vida y sus recursos a la investigación y reconocimiento de las pinturas rupestres de Altamira. Sin embargo, eran otros tiempos en los que el apoyo a la ciencia daba un prestigio social que resultaba muy atractivo para los potenciales mecenas, pero también fue una época de malas prácticas que llevaron al expolio y la destrucción de patrimonio. Muchos de estos mecenas y arqueólogos, que en el siglo XIX no seguían una ética ni metodología profesional demasiado definida, realizaron algunos de los hallazgos más increíbles, pero también cometieron tropelías sin nombre.
De aquellos primeros pasos de la arqueología y la paleontología, quedó en el imaginario colectivo la fascinación por grandes descubrimientos de nuestro pasado, la narración de historias increíbles de lugares remotos y la posibilidad (para estos pioneros) de pasar a formar parte de los libros de Historia. También, por supuesto, había quién veía en la arqueología un negocio lucrativo que además ofrecía un enorme prestigio en ciertos círculos. Así, en el año 1981, se inició la saga cinematográfica más icónica del cine de aventuras. Estas películas recogían todo el romanticismo vertido en el siglo XIX en torno a las expediciones arqueológicas y paleontológicas, le añadía aventuras y protagonista con una sonrisa encantadora. Así nació Indiana Jones, que tan fielmente reflejaba el espíritu de estos mecenas aventureros del siglo anterior, que en su segunda entrega condensaba ese espíritu en una sola e inmortal frase: “Fortuna y Gloria, muchacho. Fortuna y gloria”.
Así este arqueólogo-expoliador que resolvía enigmas místicos y se enfrentaba a la Alemania Nazi de camino, provocó una revitalización del interés por el Patrimonio Arqueológico. Para bien y para mal. Por un lado, inspiró a generaciones enteras de arqueólogos y arqueólogas mientras que, por el otro, numerosos expoliadores privados se lanzaban a la búsqueda de patrimonio arqueológico para venderlo al mejor postor. Esto provocó la destrucción de multitud de yacimientos, al mismo tiempo que promovía la creación de sociedades bien dotadas económicamente que hicieron de esta forma de piratería cultural una forma de vida. Muchas de estas compañías se especializaron en la arqueología subacuática, ya que los océanos constituyen una última frontera que ha mantenido mucha de su riqueza histórica protegida por el silencio y la oscuridad de las profundidades. Fue famosa en este campo Odyssey Marine Exploration, cuya actividad saltó a la prensa generalista por su destrucción de la fragata Nuestra Señora de la Mercedes y el posterior litigio judicial con el Estado español a cuenta de la titularidad del patrimonio arqueológico extraído. Finalmente, la empresa cazatesoros perdió dicho juicio y a día de hoy parte del contenido de ‘La Mercedes’ puede visitarse en el Museo Nacional de Arqueología Subacuática (ARQUA).
Hoy en día existen instituciones privadas, como TheExplorers Club, que financian grandes proyectos de exploración e investigación de toda índole. Este tipo de instituciones recibe el apoyo de sus socios, pero sobre todo de grandes mecenas y marcas que aportan importantes sumas para que puedan realizar su actividad. Estos patrocinadores suelen buscar prestigio, ya sea para sí mismos como para sus empresas, aunque también los hay que creen fervientemente en el papel de la investigación científica para el progreso humano. Sin embargo, hay muy pocas que dediquen sus esfuerzos a la búsqueda de una investigación sostenible medioambientalmente, proyectos en los que se remunere al colectivo científico por su trabajo y que entiendan la importancia de la divulgación de masas para el futuro del Patrimonio Arqueológico.
Científicos que investigan yacimientos arqueológicos subacuáticos en condiciones dignas y sostenibles y protegen los ecosistemas marinos
En este campo, Àncora-Cultural del Mar se especializa en promover la colaboración público-privada que sirva para que los equipos científicos que investigan yacimientos arqueológicos subacuáticos alrededor de todo el mundo trabajen en condiciones dignas y sostenibles. No solo eso, sino que usando modelos de gestión integral la propia investigación arqueológica permita la protección de los ecosistemas marinos de su entorno.
Finalmente, en el siglo XXI tenemos claro que nuestro querido Indiana Jones era más cazatesoros y expoliador que arqueólogo. Por lo que no podemos ofrecer Fortuna a los patrocinadores que quieran colaborar con nuestros proyectos científicos, pero sí podemos ofrecerles Gloria. Pasar a las páginas de los libros de historia, junto a los descubrimientos que ayuden a realizar. La divulgación de masas no solo es una herramienta para que el gran público empatice con el Patrimonio que se ocultan bajo el gran azul, ya que no se protege lo que no se conoce, sino para que aquellas personas y marcas que se unan a nuestra tripulación sean enarboladas como ejemplo a seguir por otros muchos. Una bandera que alzaremos para marcar el camino adecuado si queremos proteger e investigar un patrimonio arqueológico que es de todos y todas. Y así, con la modestia de un arqueólogo que creció viendo las películas de Indiana Jones, poder reformular la frase de su héroe de infancia hacia algo mejor y más sostenible: “Ciencia y Gloria, muchacho. Ciencia y Gloria”.
O como decimos en Àncora-Cultura del Mar: Explora. Descubre. Comparte.
Ciencia y Gloria, muchacho. Ciencia y Gloria