por Eugenio Fernández / Crónicas de Fauna

especial para Terabithia Press

La palabra inglesa rewilding puede traducirse como re-naturalización. Este concepto se aplica actualmente en tres ámbitos diferentes. En el paisajismo, se habla de renaturalización cuando se intenta dar una apariencia “natural” a determinadas intervenciones. Por ejemplo, cuando se proyecta un paso de fauna en una carretera o vía férrea, es posible “disimularla” dándole un aspecto natural mediante vegetación, para que la fauna no desconfíe y pueda usarla con confianza.

Por otro lado, dentro de la gestión medioambiental de las ciudades, se habla de renaturalización cuando se recuperan ríos, lagos o parques deteriorados, y se reforman para favorecer el crecimiento de especies vegetales autóctonas y la presencia de fauna silvestre en ellos. Como en el Río Manzanares, en Madrid, y se han realizado también experiencias de este tipo en otros lugares como en el Río Besós, en la Provincia de Barcelona, antes un río muerto por la contaminación, y ahora revitalizado hasta el punto de haberse detectado presencia de anguila en su migración anual.

El concepto de rewilding del cual voy a hablar se refiere a la recuperación de espacios naturales con su fauna autóctona, que se está realizando en muchos lugares de Europa. Nuestro continente, por razones históricas, ha experimentado un fuerte proceso de humanización desde hace milenios, lo que se ha traducido en una pérdida de ecosistemas naturales y su fauna autóctona, especialmente en su zona central y occidental. La temprana industrialización de Europa, desde el siglo XVIII, ha favorecido la tala de los últimos bosques templados que una vez ocuparon toda la Europa del Norte, la contaminación y degradación de la Naturaleza y su ocupación por parte de una densísima red de infraestructuras de comunicaciones y una bien estructurada red de ciudades. El poco espacio disponible está usado por una agricultura subvencionada, pero esencial para alimentar a una población urbana cada vez mayor y más insaciable. Parecería que no hay espacio en Europa para la Naturaleza salvaje, más allá de las cadenas montañosas y las zonas más despobladas del Este, Escandinavia y los Balcanes.

Grandes herbívoros como el bisonte, el caballo, el ciervo, el reno, el uro o el jabalí ocuparon ventajosamente los nichos ecológicos dejados vacantes por los gigantes del Pleistoceno

No siempre fue así. En Europa existió una Megafauna durante las últimas glaciaciones al igual que en otros continentes. Esta megafauna, compuesta por mamuts lanudos, rinocerontes lanudos, leones y osos de las cavernas, ciervos gigantes y otros, se extinguió alrededor de hace 10.000 años debido al cambio climático derivado del fin de la Edad del hielo. El ser humano convivió con esta megafauna pues los humanos modernos llegaron a Europa hace unos 40.000 años. Pero Europa no quedó vacía de fauna. Grandes herbívoros como el bisonte, el caballo, el ciervo, el reno, el uro o el jabalí ocuparon ventajosamente los nichos ecológicos dejados vacantes por los gigantes del Pleistoceno. Y estos herbívoros eran depredados por una nutrida legión de lobos, osos y linces. Las grandes aves rapaces como el águila real o el pigargo europeo, el quebrantahuesos, los buitres común y negro, etc, completaban el elenco de depredadores de gran tamaño. Nuestros antepasados del Paleolítico (primera etapa cultural definida para el ser humano moderno) convivieron con esta fauna europea y la representaron profusamente en el maravilloso arte parietal de Altamira, Tito Bustillo, Lascaux o Chauvet, gloria y orgullo de Europa al albergar el primer arte dejado por la mano humana.

Esta fauna europea, a su vez, disminuyó su presencia conforme el clima se iba calentando y también en parte por la caza a la que la sometían los humanos y, más tarde, la domesticación hizo desaparecer a uros y caballos salvajes. El posterior devenir de la humanización y la industrialización hicieron que se perdiera todo ese patrimonio natural. El movimiento ecologista moderno nace en los años setenta del siglo XX como una reacción de protesta hacia un modo de vida que había destruido la naturaleza europea, y con la intención de proteger y conservar lo poco que quedaba de ella.

El movimiento rewilding va un paso más adelante. Ya no se trata de conservar lo que queda, sino de recuperar lo perdido allá donde se perdió y, dentro de las posibilidades reales, restituir el estado original de las cosas (o lo más original que sea posible). En ese sentido, es un movimiento que ha explotado en este comienzo del siglo XXI, y es un ejemplo estupendo de esa nueva filosofía y actitud hacia la vida salvaje que está cuajando en este nuevo siglo. Como ya he dicho en repetidas ocasiones, lo que se ha hecho en el siglo XX fue fruto de las posibilidades y actitudes de su tiempo. Cumplieron su papel mejor o peor, pero estamos en otro tiempo y hay que hacer cosas diferentes.

Esta recuperación de fauna y flora autóctonas cumple también otro papel. En un tiempo en el que el mundo rural ha entrado en crisis y se despuebla, las actividades de rewinding se presentan también como un foco de actividad económica dirigida fundamentalmente al turismo. Se trata de presentar a un público urbano ávido de Naturaleza una recuperación de cómo era esa naturaleza en tiempos de sus antepasados más lejanos.

Los grandes herbívoros que forjaron Europa

El bisonte europeo

A diferencia de su pariente americano, el bisonte europeo Bison bonasus ha sido considerado tradicionalmente como un animal de bosque más que de pradera. En la realidad, y a tenor del comportamiento que el bisonte ha tenido al ser reintroducido en espacios semiabiertos, tengo la sensación que fue la persecución humana la que recluyó a los últimos bisontes europeos a los bosques más impenetrables que quedaban en Europa.

Contrariamente a lo que se suele suponer, el bisonte europeo no es el animal que aparece representado en las pinturas rupestres. Se trata más bien del bisonte de las estepas Bison priscus. El bisonte europeo es su descendiente directo, y llegó a Europa poco después de la extinción de aquel. Según algunos autores el bisonte europeo sería en realidad el producto de una hibridación entre bisontes de la estepa y uros. Sea como fuere, el bisonte fue desapareciendo de Europa por la destrucción de su hábitat y la caza. En 1762 desaparece de Rumanía, en 1790 de Transilvania y en el siglo XIX queda recluido en dos núcleos supervivientes: Polonia Oriental y el Cáucaso.

En 1919 un cazador abatió al último bisonte europeo del Bosque de Bialowieza, Polonia, y en 1927 fue muerto el último bisonte del Cáucaso. Afortunadamente la especie no se extinguió porque existían ejemplares en zoológicos de toda Europa. A partir de ellos se reconstruiría la especie. Una vez pasada la pesadilla de la Segunda Guerra Mundial, en los Años 50, el Gobierno polaco hizo de esta cuestión una política de Estado y se reintroducen los 12 primeros ejemplares en el Bosque de Bialowieza, de los cuales descienden los más de 700 bisontes actualmente existentes en Europa. Poco a poco, y a partir de los retoños de esta manada, se iría reintroduciendo el bisonte en diversos lugares de Europa: 1958 en Eslovaquia, 1983 en los Montes Altai (y varias manadas más en Rusia y Siberia), y ya en este siglo, en 2005 en Francia, 2007 en Holanda, 2010 en España, 2011 en Escocia y 2013 en Alemania, entre otros lugares.

Al igual que sucede con los otros herbívoros de los que voy a hablar, normalmente en los proyectos de rewilding los bisontes se introducen en fincas o reservas privadas, y pastan en régimen de semilibertad con algún tipo de vallado para su protección. Estos bisontes, así, sirven como reclamo turístico y también como proyecto didáctico para entender cómo era la fauna del Paleolítico en sus lugares originales. Puedo asegurar que la visión de una manada de bisontes pastando en un lugar salvaje tiene un gran impacto visual. Te hace reaccionar.

El uro

Como ya expliqué cuando hablé de la raza vacuna avileña-negra ibérica, el uro Bos primigenius, es el toro salvaje europeo, padre de todas las razas vacunas domésticas. La caza y la domesticación lo hicieron desaparecer de Europa, muriendo su último ejemplar salvaje en 1627 en Polonia. Al igual que sucedió con el bisonte, no era posible realizar ningún tipo de proyecto de rewilding de ninguna zona natural sin contar con los grandes herbívoros con los cuales la vegetación europea ha co-evolucionado. Los herbívoros silvestres pastan de una forma que favorece la diversidad botánica de los prados y pastos, a diferencia de lo que sucede con algunas razas domésticas muy desnaturalizadas, que pastan de una forma que esquilma y mata la vegetación. Por eso había que recuperar el uro al igual que se recuperó el bisonte europeo.

Pero había una diferencia: el uro se había extinguido y el bisonte no. ¿Cómo recuperar un fantasma? ¿de qué manera resucitar a un muerto?. El problema se ha estudiado desde dos puntos de vista.

El primer punto de vista fue la “reconstrucción” del uro. En los años 20 del siglo XX, los hermanos Heck en Alemania partieron de una serie de razas vacunas que presentaban, según ellos, rasgos “uroides”, y se dedicaron a diseñar una serie de cruces y seleccionar aquellos descendientes que presentasen caracteres parecidos a los del uro, y criarlos. Desarrollaron así un toro que se ha dado en llamar “uro reconstruido”, “neo-uro”, “uro de Heck” o “ganado de Heck”. Este proceso fue controvertido porque no quedó claro qué era, según los Heck, rasgos de uro y qué rasgos no lo eran. Se basaron en grabados antiguos para reconstruir el aspecto de los uros, pero no deja de ser algo subjetivo. En cualquier caso, el ganado de Heck es un animal de magnífico porte, grandes cuernos y se ha usado para proyectos de rewilding. Su valor didáctico es indudable.

El segundo punto de vista es más reciente y podríamos denominarlo “sustitución” del uro. El presupuesto teórico de este punto de vista es que, si bien el uro está extinguido, su genética sigue viva en las razas domésticas europeas. Y las razas que más cerca están genéticamente del uro serían las razas más rústicas y más antiguas del continente. La idea es diseñar una serie de cruces entre esas razas para poder desarrollar un bóvido nuevo, distinto del uro, pero con una genética en gran parte coincidente con él, que pueda vivir en libertad y pastar de la forma eficiente que lo hace un herbívoro silvestre. Las razas identificadas han sido seis, cuatro de ellas españolas: las razas tudanca, sayaguesa, pajuna y limia, junto con las italianas maremmana y podolica, la portuguesa maronesa y la escocesa Highland.

El caballo salvaje

En Europa hubo un caballo salvaje durante el Paleolítico. Y este caballo corrió la misma suerte que el uro. En parte por la caza y en parte por la domesticación este caballo desapareció de Europa. Hasta hace poco tiempo se pensaba que el caballo de Przwalski era el último caballo salvaje que quedaba en el mundo, en las estepas de Mongolia, pero recientes estudios han concluido que se trata de un caballo doméstico que se asilvestró hace mucho tiempo, seguramente en los primeros estadios de la domesticación del caballo.

Se ha hablado también de otro caballo supuestamente salvaje, el tarpán. Este caballo fue descrito en 1774 por Gmelin, que pudo verlo en libertad en 1769 en Bobrovsk, Rusia. Este caballo fue desapareciendo también de las estepas donde vivía, y se extinguió en Polonia entre 1810 y 1815, y en Ucrania entre 1850 y 1870. Su último ejemplar en libertad murió en 1884, y en cautividad en Moscú en 1909. El problema es que, por mucho que los especialistas lo estudian y analizan no encuentran ninguna prueba de que el tarpán haya sido un caballo salvaje. Probablemente se tratara de un caballo asilvestrado, más moderno que el de Przwalski, al estilo de los mustang norteamericanos. Se piensa que el tarpán fue el antecesor de algunas razas domésticas como el Konik polaco. A partir de los años 1930 se intentó una “reconstrucción genética” del tarpán como se había hecho con el uro, usando el Konik, el Exmoor, el poni islandés y otras razas que se crían en semilibertad. Existe, por tanto, un “tarpán” reconstruido pero en los proyectos de rewilding se suele preferir la introducción de caballos de Przwalski y Konik.

En cuanto a España, existe una serie de razas de caballos que se crían en semilibertad y son de origen prerromano. Por tanto, podrían considerarse descendientes del caballo paleolítico con pocas generaciones de diferencia. Son las siguientes razas: galaico, asturcón, monchino, losino y pottoka, a los que hay que añadir el garrano portugués. Estas razas autóctonas son magníficas para el rewilding, aunque también se han usado aquí los Konik y Przwalski.

Ejemplos de rewilding en España

A modo de ejemplo de lo que son este tipo de iniciativas, hablaré de algunos de esos proyectos:

Reserva Biológica de Campanarios de Azaba (Salamanca)

Está gestionada por la Fundación Naturaleza y Hombre en una finca de monte mediterráneo con una buena representación de la fauna mediterránea. Como parte del programa Tauros, gestionado por una fundación holandesa y en colaboración con Rewilding Europe, se ha soltado un rebaño de vacas sayaguesas en régimen de libertad. Según los especialistas, la vaca sayaguesa (raza zamorana) es la más cercana al uro de entre las razas domésticas europeas.

Reserva y Centro de Interpretación Bison bonasus, San Cebrián de Muda (Palencia)

Este pueblo de la Montaña Palentina vivía tradicionalmente de la minería del carbón. Cuando esta industria desapareció, surgió el rewilding como una forma de generar ingresos para el pueblo. Existe un Centro de Recepción de Visitantes donde se puede aprender todo sobre el bisonte europeo, que fue introducido en 2010 en un área de 20 hectáreas en régimen de semilibertad. Inicialmente llegaron 9 bisontes, que criaron dos terneros sólo dos meses después.

En 2012 llegaron 6 bisontes más. Además de los bisontes, pueden verse en esta Reserva caballos de Przwalski, tarpanes y ganado de Heck.

Paleolítico Vivo

Se trata de un Parque Arqueológico situado en Salguero de Juarros, a 9 kilómetros del yacimiento de Atapuerca, Burgos, del cual puede considerarse un complemento. Se organizan safaris prehistóricos en los que se pueden ver animales típicos de la época: bisontes, caballos de Przwalski, caballos Konik y uros de Heck.

Parque de la Prehistoria, Teverga (Asturias)

Es un complejo de edificios dedicados a la exhibición de reproducciones fidedignas de las más famosas pinturas rupestres de España y Francia. Desde 2014 se puede complementar con una zona donde se pueden ver dos caballos de Przwalski, tres bisontes y tres uros de Heck desde 2016. Desde 2018 se unieron dos ciervos y tres gamos.

Conclusiones: ¿hacia dónde va el rewilding?

A la vista de lo que te he contado podríamos preguntarnos si el rewilding es un ejercicio de nostalgia romántica más que otra cosa, o si hay algún tipo de proyecto de futuro más allá de determinadas iniciativas de contenido turístico.

Hay una corriente de pensamiento que sostiene que los males actuales de la Humanidad empezaron con el Neolítico. A partir de entonces empezaron la propiedad privada, el individualismo, las desigualdades, las religiones organizadas, las guerras y, en definitiva, una concepción de la Naturaleza como una mina de recursos a la que saquear sin freno. El Paleolítico, entonces, se presenta como una época feliz de la Humanidad, en la que los humanos formaban parte de la Naturaleza sin violentarla, y en la que existiría una vida comunitaria en la que todos apoyaban a todos, aglutinada por chamanes que mantenían vivo ese sentimiento de pertenencia a algo más grande.

Evidentemente la realidad no es tan simple. No podemos ser tan ingenuos. Pero si reflexionamos desapasionadamente sobre estas ideas yo diría que hay verdad en ellas. Existe un cierto hartazgo de lo que nos hemos convertido en esta civilización hipertecnificada, y es inevitable echar la vista atrás mirando los aspectos positivos de lo que hemos dejado atrás y olvidamos lo malo. No se trata de regresar a las cavernas. Pero sí se trata de aprender de las actitudes de aquellos humanos del Paleolítico en su relación con la Naturaleza. Eso sí podemos hacerlo. Reflexionar sobre aquella época nos puede proporcionar las claves para cambiar todo lo que es necesario cambiar en nuestro comportamiento. Es decir, apoyar el rewilding, en realidad, es re-naturalizarnos a nosotros mismos. Es asomarnos al atardecer a la puerta de nuestra casa y contemplar tranquilas hordas de bisontes pastando en un paisaje de suaves colinas.

Un futuro con grandes manadas de herbívoros en libertad

El rewilding está dando sus primeros pasos. Puede parecer poca cosa el poner en marcha recintos donde haya grandes herbívoros en semilibertad. Pero creo que nuestra sociedad aún no está madura para ir más allá. Conforme la renaturalización vaya ganando los corazones y los humanos abandonen actitudes de rapiña y de caza hacia la naturaleza, entonces esas grandes manadas de herbívoros podrán pastar ya en completa libertad. Pero no sólo ellos. Los Carnívoros pueden y deben ir detrás de ellos. La sociedad no está preparada para reintroducir lobos, osos y linces, por eso se empieza por los herbívoros.

Un auténtico rewilding deberá incluirlos. De hecho, existen ya proyectos de reintroducción del lince boreal en el Valle de Arán. Llegará un futuro en que los lobos y los linces perseguirán caballos, toros y bisontes. Y los humanos observaremos respetuosamente sus interacciones.

Entonces la re-naturalización habrá cumplido el sueño del Paleolítico.