EL RETORNO DEL LINCE

IBÉRICO A MADRID:

YA HA FRACASADO

ANTES DE EMPEZAR

EUGENIO FERNÁNDEZ

Crónicas de Fauna / Terabithia Press

Durante el último debate del estado de la región, la presidenta madrileña Isabel Díaz Ayuso sorprendió con un anuncio inesperado: va a reintroducir el lince ibérico en la Comunidad de Madrid. Bien, ¿no? Según y cómo. Sobre todo cómo.

Al igual que sucedió con todos los carnívoros depredadores que había en la Península Ibérica, el lince ibérico (Lynx pardinus) vivió también en lo que hoy es la Comunidad de Madrid, donde disponía de hábitats idóneos y buena cantidad de conejos para alimentarse. Pero el lince ibérico sufrió el destino que le esperaba a todos los carnívoros ibéricos, tildados de “alimañas” por una ley que les declaraba la guerra y que buscaba transformar la Naturaleza española en un campo donde sólo hubiera pájaros, flores y… presas para los cazadores, sin oposición ninguna.

Por eso, el lince fue tiroteado, envenenado y trampeado por doquier, y hacia 1960 habían desaparecido ya la inmensa mayoría de las 31 zonas dispersas donde había linces ibéricos, incluida la provincia de Madrid. Cuando el lince fue oficialmente protegido, los atropellos provocados por un parque automovilístico descontrolado que recorría carreteras que habían invadido ya hasta el último rincón del territorio hicieron el resto.

Cuando la especie estaba a punto de ser exterminada de la faz de la Tierra, alguien decidió pensar por una vez con el cerebro y se diseñó el Programa de Conservación Ex-Situ para el lince ibérico, financiado con fondos europeos. Los primeros pasos de este exitoso programa que ha sacado del marasmo a la especie se dieron entre 2001 y 2005. Pero en 2006 sucedió algo asombroso: se encontró un excremento que podría ser de lince ibérico en la zona de vegetación mediterránea del suroeste de la Comunidad de Madrid. Los expertos de la Universidad Complutense que analizaron el ADN del excremento dictaminaron que, en efecto, se trataba de un lince ibérico. ¿Cómo podía ser esto posible?

En aquella época, sólo había dos pequeños núcleos poblacionales de lince ibérico, en el Parque Nacional de Doñana y en la Sierra de Andújar, en Jaén. Había dos teorías. Una teoría sostenía que nunca dejó de haber linces en Madrid (y, por extensión, en la zona centro), pero no se reconocía su presencia para que los propietarios de fincas cinegéticas pudieran seguir exterminándolos en silencio y sin ser molestados por las autoridades. Otra teoría sostenía que serían ejemplares divagantes procedentes de la población de Jaén. Años después se demostró que los linces ibéricos podían tener esta asombrosa movilidad geográfica. Sin embargo, inmediatamente, el Gobierno de la Comunidad de Madrid encabezado entonces por Esperanza Aguirre “enmendó” la plana a los científicos (algo a lo que los políticos nos tienen ya tristemente acostumbrados) y declaró que “no había linces en la Comunidad de Madrid”. ¿Por qué se apresuraron tan rápidamente en negar una evidencia científica? Sencillamente porque no les interesaba afrontar todo lo que conllevaba la presencia del lince
ibérico en una de las zonas más transitadas los fines de semana de Madrid: la carretera N501, que une Madrid con los Embalses de Picadas y San Juan, paraísos para los ‘domingueros’ madrileños. Supondría construir pasos de fauna, supondría realizar costosas inversiones para que esa carretera asesina no se convirtiera en la ‘Carretera de Matalascañas’ madrileña, donde los linces madrileños serían masacrados y exterminados mediante atropellos. Por no hablar de las presiones que debieron ejercer “sotto tavola” los propietarios de las fincas de la zona, que ya se veían invadidos de “ecolojetas urbanitas” a decirles cómo tendrían que llevar sus fincas para proteger a los linces. Por eso Esperanza Aguirre negó a los científicos y enterró el asunto.

Y ahora viene Ayuso y nos dice que sí quiere ahora al lince en Madrid. ¿Qué está pasando? Una pista nos la da la información que aparece en la web de la Comunidad de Madrid. Y la que no aparece. Lo más lógico para Madrid sería adherirse al Programa de Conservación Ex-Situ ya en vigor y que tan bien está funcionando. Pero, vaya por Dios, resulta que este Programa está liderado por el Malvado Gobierno de España y por las Comunidades Autónomas donde hay linces. En su lugar, lo que indica la Comunidad de Madrid es que van a seguir a los mismos expertos de la Comunidad que, en su momento, lograron recuperar la población de águila imperial ibérica. O sea, que será un proyecto interno controlado enteramente por la Comunidad, sin “injerencias” de nadie.

El principal problema de este enfoque localista es que obvia la principal herramienta que ha hecho del Programa Ex-Situ tan exitoso: el acuerdo con propietarios de fincas privadas para que éstos permitan y respeten la suelta de linces en sus propiedades. Al parecer, en la Comunidad de Madrid no se va a hacer eso, y se fía el éxito de la operación únicamente en “recuperar poblaciones de conejos y buscar territorios idóneos para el lince”. Dicho en otras palabras: por muy buenas intenciones que tenga el programa de la Comunidad de Madrid, sin acuerdo de los propietarios de fincas ni de los ayuntamientos de las zonas elegidas, se exterminará a tiros a todo lince que aparezca en cualquier finca. Y, por supuesto, también serán envenenados pues el veneno sigue usándose ampliamente en todo el territorio nacional, incluido Madrid. Eso para empezar.

Para continuar, está el problema de las carreteras en general, y la Carretera de los Pantanos en particular: si no se acometen cuantiosas inversiones para prevenir atropellos, estas carreteras serán la tumba de los linces madrileños. Y sin acuerdo con los propietarios de fincas y sin reformar las carreteras, la reintroducción del lince ibérico en Madrid será un fracaso clamoroso.

¿Por qué la Comunidad no quería linces en 2006 y sí los quiere en 2022? Pues sencillamente porque en estos tiempos de crisis planetaria y civilizatoria la protección de la naturaleza se ha convertido en un arma política más: la izquierda es más proclive (al menos de boquilla) a proteger la Naturaleza mientras que para la derecha se trata de una excusa para desmontar el capitalismo y la libertad de las personas. En este contexto, la Señora Ayuso, que es un verdadero “animal político”, da la sensación de que quiere “ganarse” a los “ecolojetas urbanitas”.

Y, de paso, a los hosteleros de la zona, que se frotan las manos calculando cuántas cervezas van a vender a los “ecolojetas urbanitas” que acudirán en masa a intentar observar a linces que morirán atropellados.

¡Ojalá me equivoque y todo salga bien!

 

Reportaje gráfico / Charo Barroso / ABC Natural / The European Nature Trust

Work

terabithia world’s wildlife photography

En el arte de la fotografía, que es por excelencia el arte de la oportunidad, una sola golondrina suele hacer todo el verano.

Sin embargo, también como las golondrinas, esa sola fotografía sumaria no hubiera sido posible sin todas las otras

gabriel garcía márquez

Periodista

Nobel de Literatura 1982